Tras haber superado la simbólica marca de las 1.000 millas, Sarah, Aurélien y sus dos hijos tienen que hacer frente a las numerosas borrascas que afectan a su piloto automático. Todavía les queda una cuarta parte del recorrido y además tienen que hacer malabares con los barcos de pesca.
Sarah empieza a sentirse cansada y se pone en la piel de una regatista oceánica, constantemente pendiente de mantener su barco en movimiento. Y cuando no son las tormentas las que salpican el crucero, la sensación térmica pasa a primer plano
Toda la familia está deseando llegar Incluso si se siente un toque de nostalgia. La llegada a la Polinesia marcará el final de un viaje por mar de 3 años, marcado por una travesía transatlántica para Nael cuando era un bebé y este famoso transpacífico para Mia, de 11 meses.
Un motivo de orgullo para Sarah
La llegada se alarga finalmente, ya que la familia prefiere entrar en el canal durante el día para tener la máxima visibilidad. Pero todo llega a los que esperan, Aurélien advierte a su madre del fin de su viaje