Las vías navegables bretonas fueron diseñadas y construidas para unir los distintos arsenales sin temor a los bloqueos ingleses. El eje Norte-Sur discurre a lo largo del Vilaine, mientras que el canal Nantes-Brest unía los dos grandes puertos militares antes de que la presa de Guerlédan cortara la ruta. Estas vías fluviales se cruzan en Redon, donde el Oust también desemboca en el Vilaine. Todo ello hace de Redon una pequeña ciudad de canales, cuencas y bellos cursos de agua por descubrir.
Acceso fluvial y marítimo
Es posible remontar el Vilaine desde el Atlántico y la presa de Arzal con un calado de hasta 25 metros. El único puente incómodo, el de Cran, tiene un vano que permite a los veleros acercarse a probar los encantos del agua dulce. Así se puede penetrar en la tierra casi 50 kilómetros. Una navegación bucólica para hacer escala en la hermosa cuenca excavada en el centro de la ciudad. Una escala imprescindible para quienes planeen viajar al Canal de la Mancha por vía fluvial.


Una encrucijada para los buques en tránsito
Siguiendo el curso del Vilaine hasta Rennes, es posible llegar a Dinan y luego a Saint-Malo, ahorrándose los peligros del mar de Iroise. Sin embargo, a este tramo sólo pueden acceder embarcaciones con gálibo fluvial y el calado de 2,50 metros es uno de los más limitados de la red francesa. Los navegantes que hayan seguido el canal desde Nantes pueden elegir: acceder al Vilaine directamente desde la esclusa de Bellion o continuar por el maravilloso "petit canal de Redon", de 7 kilómetros de longitud, que conduce directamente al centro de la ciudad por la esclusa de Digue.

Varias rutas posibles
Normalmente, su gemela en la orilla derecha, la esclusa de Oust, no está abierta a la navegación. Para continuar hacia el oeste, hay que atravesar la dársena del puerto. En el fondo de esta cuenca se abren la esclusa de Bateliers y el puente levadizo que la atraviesa. Esta dársena está bordeada de hermosas residencias que confirman la importancia de este puerto mercante cuya opulencia llegó a un abrupto final con la llegada del ferrocarril.

Un pasado naval y religioso
La dársena, desierta de barcos comerciales, ofrece 168 plazas para embarcaciones de recreo, pero un interesante museo evoca agradablemente, en tierra y a flote, la época en que Redon resonaba con los golpes de los azuelas de los carpinteros y en que las mercancías se amontonaban en los muelles antes de ser embarcadas hacia otros destinos. Durante una escala aquí, no pierda la oportunidad de descubrir el casco antiguo, en particular el monasterio o la iglesia abacial de Saint-Sauveur, que un impresionante pasadizo subterráneo comunica con las orillas del Vilaine.




Como muchas ciudades encrucijada, Redon es una de esas que uno tiende a cruzar demasiado deprisa por carretera o ferrocarril. Acercarse hasta aquí en barco ofrece una percepción completamente distinta de esta pequeña y encantadora ciudad, que aún tiene mucho que ofrecer al navegante de paso.