La hamaca es una pieza aparentemente sencilla pero esencial en el equipamiento de un barco. Su historia va mucho más allá de su uso en el mar. Desde la época de la exploración marítima hasta la navegación contemporánea, este dispositivo para dormir suspendido se ha convertido en un símbolo de comodidad y practicidad en el mar. He aquí un repaso a la historia de la hamaca, su papel vital a bordo y su evolución a lo largo de los siglos.
Orígenes antiguos: un artefacto de las civilizaciones precolombinas
La hamaca tiene sus raíces en las civilizaciones de América Central y del Sur. Ya en el año 1000 a.C., los taínos, un pueblo indígena del Caribe, fabricaban y utilizaban hamacas. El término '' hamaka este ingenioso objeto se teje con fibras naturales como el sisal, el cáñamo, el lino y el algodón. Desde sus orígenes hasta nuestros días, la hamaca satisfacía una necesidad primordial: proporcionar un lugar de descanso al abrigo de insectos, animales rastreros y la omnipresente humedad del suelo.

En aquella época, la hamaca era mucho más que un utensilio utilitario. Estaba profundamente arraigada en la cultura de los pueblos indígenas, representando a la vez un símbolo de seguridad y un vínculo con la naturaleza. La lengua de los taïnos, vinculada a los mayas, refleja este simbolismo, sobre todo en los mitos de los pueblos de Colombia.
En una de estas historias, un jaguar se esconde en una hamaca con forma humana, pero su verdadera naturaleza se revela cuando se queda dormido y la forma enredada en la tela se tambalea y luego vuelca. La hamaca encarna así un espacio liminal, una especie de dispositivo para la metamorfosis. En algunas culturas, envuelve a los muertos cuyos cuerpos se entierran, las mujeres dan a luz en ella y acuna a los recién nacidos.

La entrada de la hamaca en la historia europea
El punto de inflexión de la hamaca se produjo a finales del siglo XV con las exploraciones europeas. En 1492, Cristóbal Colón descubrió las hamacas que utilizaban los taínos en la isla de La Española (actuales Haití y República Dominicana). Fascinado por el ingenio de este objeto, trajo las hamacas a Europa, donde rápidamente despertaron interés, sobre todo entre los marineros.

En aquella época, la vida a bordo se caracterizaba por un confort rudimentario, con literas a menudo incómodas y expuestas a los movimientos de las olas. La hamaca, suspendida y móvil, constituía una solución ideal. Apodada "branle", permitía a los marineros dormir más cómodamente a la vez que absorbía parte de las sacudidas del barco gracias a las cuerdas (las "araignées") que la sostenían. Las hamacas se asignaban alternativamente a los miembros de cada tripulación, y cada grupo (los tribordais y los bâbordais) disponía de medio día de descanso. De este modo, todos podían descansar por turnos.



Cuando se plegaban y se estibaban ordenadamente en la amurada de los buques de guerra, las hamacas también servían de escudo, protegiendo a la tripulación de los proyectiles enemigos: un uso defensivo que dio origen a la expresión "branle-bas de combat".

Hoy en día, muchas culturas siguen utilizando hamacas en los barcos. Desde los pescadores del sudeste asiático hasta los de América Latina, esta tradición milenaria heredada de los marineros europeos del siglo XVI sigue siendo una opción práctica y ergonómica. Utilizada por su compacidad y comodidad, la hamaca se ha hecho indispensable, como ocurre en los pequeños barcos de tránsito, donde el espacio es limitado y la comodidad escasa.


Un compañero de navegación atemporal
Hoy en día, la hamaca sigue desempeñando un papel esencial a bordo de los veleros modernos, con variantes que se adaptan mejor a las condiciones en las que se navega. Por ejemplo, se han desarrollado modelos en resistente tejido ripstop, para una mayor comodidad y durabilidad.

Cuando se navega, si algún navegante opta por dormir en ella, es necesario asegurarse de que la hamaca esté bien instalada, con un radio de giro suficientemente amplio para evitar golpearse con algo.

La hamaca también se ha convertido en una herramienta de relajación muy solicitada durante las pausas en el ancla, donde a menudo se cuelga de puntos estratégicos como el tangón, la botavara o el bauprés.


Algunas de las ilustraciones muestran cómo sentarse en una hamaca. En un diccionario franco-caribeño, el misionero dominicano Raymond Breton escribió sobre una expresión de la lengua local de la época: '' Keyeyecoua tiem larangon callinago, tichati balanagle que significa: '' El salvaje yace con las piernas cruzadas y en redondo, el francés yace largo y ancho ''. Esta diferencia de posición explica por qué la hamaca se modificó en Occidente con la adición de barras de madera en cada extremo para mantenerla plana y bien separada.

Los latinoamericanos, en cambio, nunca utilizan estas barras en sus hamacas. La posición diagonal de la hamaca distribuye uniformemente el peso del cuerpo, reduciendo la presión sobre los puntos sensibles y favoreciendo una mejor circulación sanguínea y un estado general de bienestar. El balanceo natural de la hamaca también ayuda a calmar la mente y favorece un sueño reparador, esencial tras largas travesías.
La historia de la hamaca nos recuerda que algunos objetos, aunque nacidos de culturas antiguas, sobreviven a los siglos adaptándose a sus nuevos contextos. La hamaca, que todavía hoy se utiliza mucho en los barcos e incluso en entornos más urbanos, conserva su atractivo por su sencillez, su eficacia y los beneficios que aporta a quienes se atreven a sentarse en ella. Al fin y al cabo, pocos objetos pueden presumir de haber sobrevivido más de 10 siglos y seguir siendo tan populares hoy en día. Y los nuevos usos excéntricos que se han inventado no tienen fin, como estas hamacas con remos, ¡prueba de que el ingenio humano no tiene límites!


