En el ámbito marítimo, la aparición de los buques de vapor equivale aproximadamente a la transición del coche de caballos al coche térmico en el sector de la carretera: ¡una revolución! Esta historia comenzó poco antes de nuestra Revolución Francesa, a orillas del Saona, en Lyon.
Un inventor poco conocido
El hombre que imaginó, desarrolló y diseñó los planos del primer barco de vapor fue el marqués Claude François Dorothée de Jouffroy d'Abbans. Como otros antes que él, su nombre cayó en el olvido, al igual que su cuerpo, que fue arrojado a una fosa común tras su muerte en París durante una epidemia de cólera en 1832.

La historia recordará a algunos de sus sucesores, en particular al estadounidense Robert Fulton, que diseñó el primer Nautilus.
Un primer intento poco concluyente
Se dice que la idea de un barco de vapor se le ocurrió a Claude de Jouffroy d'Abbans cuando vio galeras en acción mientras estaba preso en las islas Lérins tras una reyerta por los ojos de una duquesa.
De vuelta a casa, se asoció con otros investigadores para construir un primer barco, el Palmipède, en 1776. Esta embarcación estaba equipada con remos palmeados, propulsados por una máquina de vapor. Aunque el sistema funcionaba, el barco no tenía potencia suficiente para navegar contra la corriente y sus remos a ambos lados le impedían pasar por las esclusas. Por lo tanto, fue un fracaso relativo.
Segundo intento con éxito
Sin inmutarse, se puso a construir un barco de 46 metros de eslora y 150 toneladas, al que bautizó como Pyroscaphe, combinando las palabras griegas "fuego" y "nave". A diferencia de los remos de pala del primer prototipo, éste utilizaba un sistema de ruedas de pala accionadas por una cremallera.
El 15 de julio de 1783, el Pyroscaphe remonta el Saona contra corriente desde la catedral de Saint-Jean hasta Ile-Barbe en unos quince minutos. Fue una victoria para Claude de Jouffroy d'Abbans, había nacido el barco de vapor.

Un viaje lleno de escollos
A pesar del éxito del Pyroscaphe, Claude de Jouffroy d'Abbans aún no estaba fuera de peligro. Tuvo que repetir su hazaña en el Sena ante los comisarios de la Academia de Ciencias. Sin embargo, entre la ruina y el exilio durante el Terror que siguió a la Revolución Francesa, el marqués tuvo muchas dificultades para perseverar.
Construyó un nuevo barco, el Charles-Philippe, en 1816, pero la muerte de su esposa en 1829 puso fin a sus finanzas y a sus ambiciones. Murió en el anonimato.
