Comprender la influencia de la longitud de la línea de flotación en el movimiento de un barco

© Malou Montésinos

"Barco pequeño, problema pequeño" es un dicho popular. Esta fórmula, más bien corta, nos anima a limitarnos en términos de tamaño a la hora de elegir una embarcación. Si el aspecto económico parece justificarlo, quizá convenga fijarse más en su eslora de flotación...

En la familia de navegantes tan intrépidos como originales, algunos destacan por sus opciones radicales. Entre los adeptos a las líneas de flotación cortas, me gustaría rendir homenaje a Yann Quenet, que acaba de dar la vuelta al mundo en su yate de cuatro metros, poéticamente bautizado Baluchon. Al igual que la clase Mini, limitada a 6,50 metros, muchos navegantes han optado por un cierto minimalismo. Sin embargo, otros, y no los menos, han adoptado la opción contraria. Para abreviar, citaré los famosos ejemplos de Jean-Yves Terlain a bordo del Vendredi 13, un monocasco de 39 metros, seguido del delirante Clubmed, de 72 metros, de Alain Colas...

La importancia de la longitud

La razón de estas audaces decisiones radica en un principio físico bien conocido. Según éste, cuanto mayor sea la longitud de un barco en la línea de flotación, mayor será su velocidad potencial. En otras palabras, para un mismo peso y potencia de propulsión, el barco más grande será el más rápido. Con la llegada de los cascos planeadores y los cascos hidroala, esta regla básica está un poco desfasada, pero sigue siendo cierta, sobre todo para nuestras unidades de crucero.

Dejauger para ganar velocidad

Planea para algunos, pero no para todos. En el mundo de las carènes de planeo, una embarcación de pocos metros de eslora, pero fuertemente motorizada y accesible a un amplio público, suele alcanzar los 50 nudos y más. Para el usuario de una embarcación de este tipo, no importa su eslora, siempre que la relación potencia-peso sea máxima. Por otro lado, cuando una embarcación no es apta para el desplazamiento, debido a ciertos parámetros de diseño, siempre será el modo arquimédico el que se aplique.

Los cascos de desplazamiento están sistemáticamente sujetos a la dura ley de la resistencia de las olas. En consecuencia, a pesar de su colosal empuje, un remolcador es incapaz de superar la velocidad de su casco, empujando inexorablemente una masa monumental de agua delante de él en cuanto alcanza este límite.

Este remolcador, en plena acción, está remolcando una barcaza muy pesada. Con sus cientos de caballos de potencia, sólo puede alcanzar una velocidad modesta, muy inferior a la de su casco. Esto explica la práctica ausencia de olas y la estela plana. El atractivo penacho de espuma que atraviesa el puente de mando se debe al encuentro con una ola y no a la velocidad

Este casco de planeo se mueve a la velocidad más desfavorable. Casi ha alcanzado su velocidad crítica, como demuestra su ola muy hueca, pero no va lo bastante rápido para salir del agua. A esta velocidad, la mayor parte del combustible consumido se utiliza para crear olas y espuma, y muy poca velocidad.

Con unos cientos de kilovatios más, el casco se elevará, el barco acelerará considerablemente y desplazará menos agua.

Explicaciones sobre la velocidad del casco

¿Cómo funciona? Un barco que avanza genera un sistema de olas particular. A baja velocidad, se puede ver una ondulación que se forma a ambos lados de la proa. A medida que aumenta la potencia del motor y la velocidad, esta "joroba" aumenta en longitud y altura a lo largo del borde. A medida que continúa acelerando gradualmente, se dará cuenta de que esta ondulación recorre toda la eslora del barco y es mucho más profunda en el centro. En ese punto, hemos alcanzado la velocidad de carène y va a ser muy complicado superarla.

Un diseño de casco inventivo

Aquí es donde ciertos tipos de casco marcan la diferencia. La arquitectura naval es un asunto fascinante Asà que, hace unas décadas, un diseñador, molesto por este lÃmite de velocidad relacionado con la eslora, ideó un tipo de forma de carène capaz de superar (en parte) esta regla fÃsica. Mantuvo la parte delantera en punta, para arrancar bien sin empujar mucho lÃquido (como ocurre con una barcaza cargada). Luego fue torciendo poco a poco los dos lados de su proa hasta convertirla en una espátula muy plana, añadiendo un panel de borde a cada lado (para hacerla flotar...).

¡Bingo, el ingeniero acababa de inventar el carèneâeuros cepillado! Una revolución arquitectónica que ha puesto patas arriba el mundo de la navegación. Como resultado, cuando el barco acelera, la proa se eleva cada vez más. Esto reduce la cantidad de lÃquido que debe desplazarse y permite a la sección de popa deslizarse fácilmente sobre la superficie del agua como un rebote.

Un barco ligero para planear

Lo que podemos aprender de ello. Este descubrimiento ha hecho posible muchas cosas, pero tiene sus límites. Si bien se ha demostrado que es posible alcanzar altas velocidades gracias a este principio, es a costa de una plétora de motores y de mantener un control estricto del peso. Evidentemente, en el mundo de los cascos planeadores, la ligereza es un factor importante para el rendimiento. Los aficionados a la velocidad máxima, que propulsan sus (más o menos incómodos) coches de carreras con cientos de caballos de potencia, se encuentran a menudo con el problema del sobrepeso de sus máquinas propulsoras. Por eso muchas embarcaciones rápidas tienen una autonomía irrisoria. Es imposible ir ligero si llevas motores pesados y mucho combustible.

Seguridad y cualidades marinas

Imaginémonos en la piel del intrépido piloto a bordo de un barco capaz de navegar a 60 nudos gracias a su colección de motores fueraborda alineados como un desfile: en primer lugar, sólo podrá navegar en mares casi llanos. Y tras unos minutos de euforia, tendrá que volver a puerto, aunque sólo sea para repostar. Bajo la lluvia, al acercarse al canal de acceso, una señal suele recordarle que sería razonable avanzar a una velocidad moderada...

La velocidad de casco de una lancha de 9 metros es de unos 6,9 nudos. A esta velocidad, sigue navegando en modo Arquímedes, lo que es fácil de ver cuando miras detrás de ella la monstruosa ola que está creando. Cuando se reduce la velocidad de 50 a 10 nudos, de repente se tiene la impresión de moverse muy despacio. Pero a menudo sigue siendo demasiado lento. En una zona de velocidad limitada o muy transitada, es esencial reducir la velocidad al 70% de la famosa velocidad del casco, que es... 3,5 o 4 nudos (3 nudos para una moto acuática). Lo sé, parece que nos hemos detenido, pero es la única manera de pasar sin problemas.

¿Y los veleros?

Varios arquitectos ilustrados se apresuraron a explotar el concepto de planningâeuros en beneficio de las embarcaciones propulsadas por motor. Tuvieron entonces que desplegar todo un ingenio. Cuando la energía sólo puede proceder de las velas, es imposible obtener una potencia comparable a la de los motores térmicos o eléctricos. Si a eso añadimos la obligación (para los monocascos) de llevar lastre, es mucho menos sencillo que abogar por una potencia adicional. Asà pues, arquitectos, constructores, fabricantes de equipos, todos han trabajado en el tema. Y han hecho tales progresos que hoy en dÃa, la mayorÃa de los veleros rápidos son capaces de prescindir de la sacrosanta regla de la velocidad de carène.

El caso especial de los multicascos

Los multicascos, que no llevan lastre, se ven menos afectados que otros tipos de embarcaciones, pero siguen viéndose afectados en cierta medida. Depende mucho de su peso. Pero, a grandes rasgos, podemos considerar que con un catamarán, cuanta más potencia se le proporcione, más rápido irá, sin ceñirnos a un valor vinculado a la longitud de la línea de flotación.

Y para el navegante de a pie, ¿euros?

Nos referimos a los aficionados a los veleros familiares que comparten las alegrías de la navegación a vela con sus compañeros, amigos e hijos. A la hora de comprar un barco nuevo, el presupuesto y el espacio de amarre son los criterios que más pesarán en la decisión final. Así que, aunque esté convencido de que un metro más sería mejor, a menudo es su cartera la que decide.

En cambio, al comprar una embarcación de segunda mano, el cliente tiene que elegir entre un yate reciente de dimensiones modestas o una canoa más antigua pero potencialmente más larga. Y es precisamente en estas circunstancias cuando es preferible optar por una embarcación más grande de lo esperado, sobre todo cuando se planea un viaje de larga distancia. No cabe duda de que habrá algunas molestias adicionales, e incluso gastos, asociados al tamaño, pero el nivel de comodidad, seguridad y duración del viaje se verán optimizados.

Nuestros valientes 'minitransateux' están atrapados porque un Mini mide 6,50 m y ya está. Del mismo modo, quien disponga de un amarre de 10 metros probablemente se verá perjudicado por la compra de un 40'. Por otra parte, a la hora de elegir un barco que vaya a utilizarse realmente en alta mar, y en la medida en que el presupuesto lo permita, le aconsejamos encarecidamente que dé preferencia al barco con la línea de flotación más larga.

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