Thomas Moy y la creación del primer hidroala
Thomas Moy fue un inventor británico del siglo XIX poco conocido hoy en día. Ingeniero y entusiasta de la aeronáutica, miembro de la Aeronautical Society, se puso a diseñar un hidrodeslizador experimental en 1861. Thomas Moy se inició en la aeronáutica con globos, pero pronto se interesó por los vuelos más pesados que el aire.
El invento de Moy consistía en una estructura ligera de madera con tres superficies planas horizontales bajo el casco. Estas superficies, similares a los modernos foils, estaban diseñadas para reducir la resistencia del agua creando sustentación. El ingeniero probó su invento en el Canal Surrey de Londres. Tirada por lo que probablemente era un barco de vapor, la embarcación se elevaba por sí sola fuera del agua. Aunque rudimentaria, la embarcación demostraba un concepto fundamental: es posible minimizar la fricción recurriendo a las fuerzas hidrodinámicas.
Aunque su objetivo era estudiar los principios de la aerodinámica, sin darse cuenta sentó las bases del foil, la tecnología que permite a los barcos elevarse por encima del agua.
Una idea (demasiado) adelantada a su tiempo
A pesar de sus proezas, la época no estaba preparada para explotar al máximo el invento de Thomas Moy. Los materiales disponibles eran limitados y la propulsión, aún a vapor, no permitía alcanzar las velocidades necesarias para que los foils fueran eficaces. No fue hasta el siglo XIX cuando ingenieros como Enrico Forlanini, Alexander Graham Bell y los franceses Emmanuel Denis Farcot y Gustave Trouvé retomaron la idea y la perfeccionaron. Estos pioneros contribuyeron a que las láminas evolucionasen hasta convertirse en aplicaciones modernas.

El desarrollo de las láminas en el siglo XIX
En 1869, el ingeniero mecánico Emmanuel Farcot registró la primera patente de un florete. Creó una embarcación con hidroalas laterales. En 1906, Enrico Forlanini diseñó el primer concepto de hidroala capaz de alcanzar velocidades de 38 nudos gracias a un motor de combustión interna de 75 CV y hélices contrarrotantes. Su embarcación contaba con cuatro juegos de alerones, uno a proa y otro a popa, y dos laterales.
Alexander Graham Bell y su colaborador Casey Baldwin también trabajaron en hidroaviones, logrando importantes avances en la década de 1910. Estos trabajos sentaron las bases de los hidroplanos modernos, capaces de ofrecer grandes prestaciones gracias a la mejora de los materiales y las técnicas de propulsión. El desarrollo de los hidroplanos continuó a lo largo del siglo XIX, encontrando diversas aplicaciones en los sectores militar, comercial y de ocio.

El legado de Thomas Moy en la navegación moderna
Hoy en día, los foils son omnipresentes en el mundo de las regatas oceánicas. Se encuentran en el más pequeño de los barcos de regata, el Mini 6.50, así como en los grandes trimaranes de la clase Ultim, los barcos IMOCA de la Vendée Globe, los Figaro Bénéteau, y también en una gran variedad de deportes de tabla: kitefoil, wingfoil...
Los foils no sólo están reservados a la vela deportiva, ya que muchas lanzaderas de pasajeros están equipadas con ellos, sobre todo en Grecia, e incluso algunas lanchas motoras, como SeaAir, pionera en este campo.
Aunque Thomas Moy no los desarrolló directamente, su concepto fue una importante fuente de inspiración para las generaciones futuras. Este invento visionario ilustra cómo una idea puede trascender su época y tener una influencia duradera en la tecnología.
