Inspección técnica de embarcaciones de recreo: ¿una serpiente marina entre la viabilidad y la aceptabilidad?

¿Hacia una inspección obligatoria de las embarcaciones de recreo? Esta es una cuestión que se plantea regularmente en los debates entre fabricantes, autoridades y usuarios, sin llegar nunca a un consenso. Entre las limitaciones logísticas, el coste y la realidad del riesgo, la hipótesis de una inspección técnica generalizada suscita más dudas que promesas.

La cuestión de las inspecciones técnicas obligatorias de las embarcaciones de recreo aparece de vez en cuando en el debate público y profesional, sobre todo a raíz de incidentes en embarcaciones antiguas, pero también en el marco de una campaña para librar a los puertos de embarcaciones vacías. Ya en 2014, un proyecto de decreto preveía una inspección de los equipos vitales, desde la jarcia hasta los motores, pasando por los dispositivos de seguridad. Sin embargo, este intento nunca llegó a aplicarse, debido a la falta de una organización logística adecuada a escala nacional. El sector no tenía ni la cobertura territorial ni la estructura técnica para aplicarlo.

Esta medida, que a menudo se compara con la utilizada en el sector del automóvil, plantea una serie de cuestiones fundamentales: ¿puede y debe transponerse un sistema de inspección periódica a un mundo náutico en el que los usos son muy variados y estacionales?

Cuestiones de seguridad y medio ambiente a menudo destacadas

La introducción de la inspección técnica de las embarcaciones de recreo pretende responder a una serie de preocupaciones. En primer lugar, la seguridad de los usuarios sigue siendo el principal argumento para las autoridades competentes. De acuerdo con las cifras presentadas por el BEA Mer, una parte de los accidentes marítimos afectan a embarcaciones antiguas, a menudo construidas en poliéster, cuyo estado de conservación rara vez se comprueba. El otro argumento citado con frecuencia se refiere al medio ambiente.

Algunos consideran que el control de los motores y de los sistemas de combustible permitiría limitar la contaminación difusa, en particular las fugas de combustible o las emisiones contaminantes procedentes de motores obsoletos. Por último, algunos agentes del sector abogan por una armonización con los demás modos de transporte, pues consideran que un marco claro aumentaría la transparencia del mercado de segunda mano.

Difícil de estructurar

En realidad, la propuesta tropieza con grandes dificultades estructurales. Francia cuenta con más de un millón de veleros, la mayoría de los cuales son veleros transportables y pequeñas embarcaciones a motor, a menudo estacionados en puertos secundarios, sobre remolques o en zonas mal comunicadas. Establecer una logística de inspección eficaz supondría crear una densa red de técnicos autorizados capaces de cubrir todo el litoral, los ríos y los lagos. A este reto se añade una cuestión económica: para muchos pequeños navegantes, el coste de una inspección podría resultar rápidamente disuasorio, sobre todo en el caso de las embarcaciones más antiguas y con escaso valor residual.

Estas dificultades se ven agravadas por el índice relativamente bajo de accidentes en el sector. Las estadísticas disponibles muestran que los incidentes graves son escasos en proporción al número de embarcaciones. Este hecho frena cualquier intento de regulación, que se considera demasiado restrictiva, o incluso inútil, para la mayoría de los usuarios.

Una estrategia de transición basada en incentivos

Ante estas limitaciones, las autoridades y los organismos profesionales están adoptando un enfoque más pragmático. En lugar de imponer inspecciones obligatorias, los esfuerzos se centran en la concienciación sobre el mantenimiento preventivo. Las campañas anuales, organizadas en particular por el departamento de Asuntos Marítimos, recuerdan a los navegantes las buenas prácticas de mantenimiento, sobre todo antes de la temporada de navegación. En cuanto a la normativa, los servicios de la administración efectúan controles sobre el terreno, en el mar o en puerto, para comprobar que los equipos de seguridad cumplen la normativa. Los buques profesionales, por su parte, siguen sujetos a un régimen de inspección supervisado por centros de seguridad naval u organizaciones terceras como Bureau Veritas.

También se están estudiando alternativas más específicas. Algunas propuestas abogan por inspecciones obligatorias sólo en la venta de embarcaciones de segunda mano o para buques de más de cierta antigüedad. Otras se centran en el creciente uso de herramientas digitales para mejorar la trazabilidad y el mantenimiento de las embarcaciones. Ya hay plataformas que ofrecen una gestión técnica asistida, inspirada en las herramientas de GMAO, para llevar un control del mantenimiento de los equipos y de los plazos reglamentarios.

La normativa europea sigue siendo poco restrictiva

A escala europea, la Directiva 2013/53/UE establece los requisitos esenciales de seguridad para la comercialización de embarcaciones de recreo. En concreto, exige el marcado CE para las embarcaciones nuevas, pero no prevé inspecciones técnicas periódicas. Por el momento, este vacío legal limita el margen para una regulación más estricta, a menos que se desarrollen normativas nacionales específicas, algo que Francia aún no ha hecho.

Una pregunta aún sin respuesta

La introducción de la inspección técnica de embarcaciones de recreo sigue siendo una perspectiva lejana. Aunque los problemas de seguridad y medioambientales están bien identificados, los obstáculos logísticos, económicos y políticos parecen superar actualmente los beneficios esperados. El sector sigue esperando un consenso, que podría surgir de experimentos locales, iniciativas voluntarias de certificación o el uso creciente de herramientas digitales de gestión. Mientras tanto, se hace hincapié en la responsabilidad individual de los propietarios y en el aumento de las competencias de los profesionales que les prestan apoyo.

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