Jacques Brel tenía una casa en la Costa Azul desde los años 60 y ya tenía un pequeño velero allí. El descubrimiento de su nuevo barco, mucho más grande, el Askoy, le permitió embarcarse en un viaje alrededor del mundo que terminó en Hiva Oa, en las Islas Marquesas, la "Tierra de los Hombres".

Abandonando la fama en 1966, Brel aspira a una vida anónima y sobre todo tranquila. Piloto de avión desde mediados de los años 60, con formación en vuelo instrumental, conoció el mundo de la náutica unos años más tarde y lo adoptó rápidamente con el proyecto de dar la vuelta al mundo.
Obtuvo la experiencia necesaria para estos proyectos y un certificado de capitán de vela (el equivalente a nuestro BPPV Voile o Capitán 200 Voile) durante un año de navegación entre Europa y las Indias Occidentales en un buque escuela de vela, el Korrig.
Esta experiencia le dio la oportunidad de vivir a bordo de un velero durante largas semanas, de perder la orientación, de amarrar y de experimentar esa inmensa sensación de libertad, tanto más cuanto que en aquella época, una vez embarcado, no había comunicación con la tierra.

El mayor velero jamás construido en Bélgica
En febrero de 1974, compró el Askoy II, un yawl de 20 metros, el mayor velero jamás construido en Bélgica. Este barco, muy (¿demasiado?) grande y potente para una pareja, respondía bien al deseo del hombre de "mojarse", de arriesgarse para vivir con una gran V, porque Brel quería salir a navegar sólo con su familia.

Salida de Amberes, ¡dirección al mundo!
Salió de Amberes el 24 de julio de 1974 con su compañera Maddy y su hija France a bordo del Askoy y navegó hasta Canarias, Santa Cruz de Tenerife y luego Horta en las Azores.

Allí, en el archipiélago de la eterna primavera, un violento dolor en el pecho le acosa cruelmente.
Ante la insistencia de su mujer, regresó a Bruselas para que le diagnosticaran (además de la leucemia que padecía desde la infancia) un cáncer de pulmón izquierdo. El diagnóstico fue seguido inmediatamente por la extirpación de una gran parte del pulmón.

A pesar de esta importante operación, Jacques Brel no abandonó su viaje.