Ariane y Rached dejaron Francia con sus dos hijos en otoño de 2019. Ahora confinada debido a la crisis sanitaria en Túnez, Ariane cuenta cómo este cambio de la vida cotidiana no es un impedimento en este viaje familiar. De hecho, ¿no es el objetivo de "Cap sur nous" recargar nuestras baterías juntos como una familia? Aquí están las palabras de Ariane:
La vida en Maëlouna sigue su curso. Como viajeros inmóviles, todavía estamos sujetos al cierre de las fronteras y a la actual prohibición de navegar. ¿El proyecto de viajar en un barco de vela que habíamos convertido en algo sin sentido sin la posibilidad de movernos? Hoy en día, nuestro mayor aliado sigue siendo la paciencia. La fe que tenemos en nuestra capacidad de adaptación nos ayuda a soportar el actual clima sombrío.
Reenfocarnos en la convivencia
Nos estamos reorientando hacia nuestros objetivos, vivir juntos es la razón principal de esta aventura. Navegar es un lujo que ofrece esta nueva forma de vida
"Cap sur nous" es la historia de nuestra familia, una familia que se atreve a dejar el patrón convencional para explorar otra relación con la vida: más simple, más sobria, más auténtica. Este proyecto es una forma de experimentar otra relación con el tiempo, el espacio, el mundo tal y como es hoy, pero también con la convivencia y la garantía de la educación de nuestros hijos. Los viajes son ciertamente un regalo de esta forma de vida nómada, pero hay algo aún más poderoso que hemos venido a ofrecer a nuestros hijos
El velero, un lujo que se gana
El yate, sinónimo de libertad, sólo lo es realmente cuando se tienen en cuenta las limitaciones que impone: limitaciones materiales, de mantenimiento, de espacio, climáticas, aduaneras, etc. Así que finalmente, ¿en qué sentido somos más libres?
La libertad de movimiento, la audacia y la independencia asimiladas a este tipo de desplazamiento, crea, creo, todas las fantasías en torno a lo que representa la navegación. Sentirse libre de trazar nuestro propio curso para ir donde sólo el corazón nos dice que vayamos es un lujo que parece merecer todos los sacrificios.
Una relación con la naturaleza
Pero también hay algo más. Una relación especial con uno mismo, y con los elementos. Ver el amanecer y el atardecer todos los días te hace sentir conectado a la vida. Sentir el viento, el oleaje, contemplar el mundo acuático, admirar la costa salvaje o saborear la calma de una hermosa cala, todo ello genera un profundo y auténtico sentimiento de felicidad.
En la navegación, sin embargo, hay algo aún más poderoso. La escucha, centrada en el estado del mar y del viento, la vigilancia necesaria en todo momento y la sumisión a los elementos ayudan a dejar que el ego se mezcle con la ola.
Volver a lo básico
En el mar, me siento como si estuviera en el mar. Mi identidad desaparece, se disuelve en la inmensidad. Me pongo en ósmosis con el aire, el agua, el sol, las estrellas. Ya no me cuestiono mi papel aquí en la tierra, o lo que me gustaría hacer mañana. Simplemente siento que existo, y cuanto más escucho a los elementos, más poderoso se vuelve mi sentido de conexión.
No hay nada malo en el ego, es sólo un conjunto de creencias con las que nos identificamos. En el mar, el ego no tiene eco. Al mar no le importa lo que pensamos de nosotros mismos. Entonces todo se vuelve más intenso, el ondulamiento del agua, los colores, los sonidos, los olores.
La fuerza de la familia
Deja de pensar en ti mismo y resuena con la vida. Esta es la experiencia más profunda que me ha ofrecido la navegación. Y es una experiencia mística que es fantástico compartir en familia
En este ambiente flotante y de puertas cerradas, los puntos de referencia mutan. La estrechez del velero ya no es una limitación ya que nos mezclamos con la inmensidad que nos rodea. El velero se convierte en el promontorio desde el cual podemos pasar una cantidad infinita de tiempo contemplando el espectáculo de la vida
El frágil barco en el que estamos nos recuerda lo poco que somos comparados con el poder de los elementos. Poco, y al mismo tiempo, la audacia de aventurarse en este universo conmovedor e indómito nos da un indescriptible sentimiento de júbilo: el poder, ya no sólo de estar en conexión con la vida, o incluso sentirse vivo, sino de ser la vida misma.
Estamos en un apuro, tan ansiosos de volver al mar, y de esperar esta alegría especial.