Pico y Faial, el sabor del trópico en el corazón de las Azores

Tercera parte de nuestra exploración de las maravillosas islas Azores, con hermosas escalas en dos tierras meridionales, Pico y su vecina Faïal. Son escalas famosas para los navegantes transatlánticos.

De las 9 islas de las Azores, Pico y Faial son probablemente las más conocidas por los navegantes, siendo el puerto de Horta, en esta última, una escala mítica para muchos marineros que cruzan el Atlántico. Pero hay más por descubrir en estas verdes rocas volcánicas.

Pico

Los trámites de entrada son inevitables y sistemáticos en todas las islas de las Azores, lo que no es el atractivo más festivo del archipiélago. Afortunadamente, en Pico, la acogida por parte de las autoridades fue en nuestro caso muy amistosa.

De la vid a la ballena

Madalena, ciudad portuaria, es una de las tres principales ciudades de la isla de Pico. La vid, actividad importante en la isla, se cultiva en campos de lava, siempre rodeados de muros bajos de piedras secas, negras y ásperas.

El contraste con el verde suave de las viñas y el azul del mar es maravillosamente bello y encantador.

Un paseo en coche por las carreteras de Pico ofrece muchas cosas que ver y con las que asombrarse. El pueblo de Cachorro, construido con lava negra, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Completamente rodeado de viñedos, la mayoría de sus casas fueron en su día bodegas. Una de ellas está dedicada a la destilación y alberga cuatro alambiques de cobre, calentados con fuego de leña en hornos de piedra.

En Ãeuros São Roque, la última fábrica ballenera del archipiélago se ha convertido en museo. Al llegar cerca del camino de sirga, destacan los tornos de vapor y una soberbia chimenea de quince metros de altura.

Un baluarte de la construcción naval en madera

Santo Amaro, en el noreste, es la meca de la construcción naval de las Azores. Su impulsor fue Manuel Joaquim de Mello, nacido en 1909. Junto con sus hijos y su equipo, construyó aquí, a cien metros del mar, muchos y buenos barcos de madera.

De hasta cincuenta metros de eslora, se utilizaron durante años para el transporte entre islas y para la pesca. Uno de sus tres hijos, José, trabajó durante cuarenta años en Alden, Rhode Island, Estados Unidos. De vuelta a casa, creó un pequeño y apasionante museo marÃtimo en memoria de su padre.

Subir al Pico, una excursión imprescindible

La caminata hasta el cráter e incluso hasta la cima del Pico Pequeno, el pico más alto de Portugal con 2.351 metros, es un atractivo paseo deportivo. La ascensión de 3 horas es bastante ardua, debido al importante desnivel y a las rocas afiladas. Pero, al llegar, la vista de la excavación, que dibuja un círculo de 700 metros de diámetro, es impresionante. En la cima, las fumarolas y el olor a azufre recuerdan al visitante que el volcán no está del todo dormido. Luego, tras un periodo de descanso, el descenso resulta un poco más rápidoâeuros¦ pero apenas más fácil.

Faial y Horta: la escala obligada

En el puerto de Horta, el muelle está cubierto de pinturas realizadas por las tripulaciones de los barcos en escala. Este puerto tiene fama mundial. El famoso Peter Café Sport no es ajeno a ello. La larga historia de este bar comenzó en el siglo XX con el nombre de "Maison Açorienne", que pronto se convirtió en "Café des Sports".

Un capitán inglés de visita identificó algunas similitudes entre José Azevedo, el hijo del terrateniente, y su propio hijo Peter, que había quedado atrás. Fue este encuentro el que dio origen al famoso nombre actual. José empezó a trabajar a una edad temprana. Ayudó a su padre a elegir los numerosos objetos de hueso de cetáceo que componen el Museo Scrimshaw. Las imágenes grabadas en los dientes de ballena son de una precisión y belleza extraordinarias.

Otro volcán por descubrir

Un recorrido en coche por la isla permite descubrir el volcán de Capelinhos. En septiembre de 1957 comenzó una erupción que duró 13 meses. Además de sus consecuencias geográficas y la ampliación de la isla en 2,4 km², creó pánico y desolación entre la población cercana.

Una de las principales repercusiones económicas fue la posibilidad de que los habitantes emigraran a Estados Unidos, Canadá y Mozambique. Esto se hizo en masa, en busca de una vida mejor, creando una verdadera diáspora azoriana.