MELZ, inflación portuaria, ecología: ¿se verán obligados los navegantes a vender sus barcos?

Ante la proliferación de Zonas Ecológicas de Fondeo Ligero (ZMEL) en el Mediterráneo y la subida de las tasas portuarias, algunos navegantes hablan de la posibilidad de vender sus barcos. Pero detrás de esta frustración se esconde una realidad más matizada, mezcla de desencanto, limitaciones medioambientales y un profundo apego al mar.

" Estoy vendiendo porque odio ZMELs ", escribe un navegante, resumiendo un hastío compartido. Desde hace varios años, el número de Zonas Ecológicas de Fondeo Ligero aumenta a lo largo del litoral mediterráneo, en un intento de preservar las praderas de posidonia. Pero no todo el mundo está contento con su introducción. Para algunos, estas medidas se consideran obstáculos adicionales a la libertad de navegación.

Pagar por navegar

A esto se añade una realidad económica: subidas espectaculares de los precios de los amarres, concesiones privatizadas, muelles reasignados a almacenamiento industrial... y listas de espera interminables para los amarres de todo el año. Por no hablar de las subidas periódicas impuestas por las capitanías marítimas.

¿Sólo para ricos?

Este sentimiento de asfixia se ve reforzado por una industria náutica que, según algunos, se ha vuelto cada vez más elitista. " El mar ya no es para todos ", se lamenta un pensionista de Toulon, estrangulado por la fuerte subida impuesta por un nuevo gestor portuario. En el otro extremo de la balanza, otros señalan que las decisiones personales también influyen: " Un smartphone de 1.000 euros, una berlina de 45.000 euros, ¿y nos quejamos del precio de un salvavidas? ". Sobre todo porque algunos MELA son acogedores, como el de Antibes, donde la primera noche es gratuita (las siguientes son de pago).

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Pero no todo es pesimismo. Algunos navegantes se están adaptando: yates transportables, navegación fuera de temporada, fondeaderos alternativos o cambios de dársena de navegación. Algunos incluso ven en ello una oportunidad para volver a una forma de navegación más modesta, más nómada, más en contacto con la naturaleza. " Barcos pequeños, problemas pequeños ", dicen. Y esta tendencia parece estar ganando terreno.

Un buen gesto por la ecología

Por último, es difícil ignorar el objetivo inicial de las MELZ: proteger los ecosistemas frágiles. Numerosos testimonios apuntan a resultados tangibles: el retorno de la vida marina en algunas calas españolas, una mayor seguridad al fondear y el fin de las noches estresantes. " No es el fin de la navegación, sino una transformación ", resumió otro lúcido navegante.

¿Cambiar para navegar?

La pregunta quizá no sea: ¿debe vender su barco por culpa del MELZ? sino ¿cómo seguir navegando en un mundo cambiante? Entre frustraciones legítimas y exigencias ecológicas, la náutica se reinventa, forzada o voluntariamente. ¿Y si el mar ya no fuera la máxima libertad, sino un lujo que hay que aprender a merecer?

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