Un barco de arenque de poco calado
El Gjøa, de 21 metros de longitud y 47 toneladas de peso, fue construido en Noruega en 1872, el año en que nació Amundsen. Se dice que esta coincidencia hizo que Amundsen decidiera comprarla.
Construido en roble por Kurt Johannes Skaale, uno de los más famosos constructores navales de Noruega, fue bautizado con el nombre de su esposa, en señal de la confianza depositada en él por su constructor.
Roald Amundsen, consciente de la inmensa ventaja de un calado reducido, eligió esta balandra de arenque, de apenas 1 m de eslora, frente a otros muchos barcos más potentes.

El Gjøa, ¡un hombre fuerte que escondía sus músculos!
Sin embargo, reforzó el casco con maderos que unían los extremos de cada cuaderna transversal y verticalmente desde la quilla hasta la proa, de modo que el barco no se rompiera por la presión del hielo, sino que se pusiera sobre el hielo bajo la presión del mismo.

Un motor de 13 caballos de fuerza (que funciona con parafina y petróleo) y dos estufas que funcionan con madera y grasa de foca o parafina, así como un ahumadero, completaban el equipamiento del barco.

Un barco preparado para la autosuficiencia polar.
A bordo, Amundsen llevaba varios rifles y escopetas de diversos calibres (incluida una de lado a lado con un cañón capaz de detener a un oso), así como una serie de kayaks que permitían a su tripulación ser autosuficiente.

Su plan para cruzar el Paso del Noroeste consistía en vivir parcialmente en los terrenos de caza y pesca sin cargar con años de provisiones.

Tras su épica travesía, el Gjøa permaneció seco en su punto de llegada a Nunavut antes de ser repatriado, restaurado y expuesto en el Museo Fram de Oslo (Noruega).