Una vela perdida hacia Ushant
Algún tiempo después de salir de La Rochelle, Hanabi, Océane y el gallardo Mini 6.50 de Constantin, pasaron por el Raz de Sein en Finistère. El mar está agitado, pero nada que sea insuperable para el pequeño velero, que sale a atacar las olas, rumbo a Ushant.
Por desgracia, cuanto más se acerca el barco a la isla, más profundas son las hondonadas y más altas las crestas. Hanabi ya tiene 2 rizos en la vela mayor y un rizo en la solentâeuros¦ La tripulación está dudando, el barco se agita de arriba abajo. Se toma la decisión de huir y refugiarse en Camaret.

Más oleaje del que necesitas
Al día siguiente, Hanabi volvió a probar suerte. En efecto, Ushant es una etapa que les permite acortar la travesía hasta el archipiélago de las Scilly, adonde se dirigen. El oleaje es severo. Constantin, mudo, está mareado. En cuanto a Océane, se muestra cada vez más recelosa ante el acercamiento a Ushant. Cuanto más avanza el barco, mayor es el oleaje. La tripulación empieza a temer que se hunda y se santigüe.
En el faro de Mare, apodado "Infierno", Constantino tiene la buena idea de salir de su silencio para contar la historia del farero y las enormes olas que a veces lo cubren por completo. Las imágenes de arrecifes, pecios y naufragios rondan sus mentes.
Una llegada épica a la bahía de Lampaul
Finalmente, Hanabi llegó a la vista de la bahía de Lampaul. Una gran bahía sembrada de arrecifes, en la que todo el mundo dice que sólo hay que entrar con buen tiempo y, sobre todo, nunca con oleaje de ponienteâ?¦ Así que, con el oleaje de 3 o 4 metros que se encuentra el yate, la bahía es cualquier cosa menos un remanso de paz
Cuando Oceane y Constantine consiguen atrapar una boya en la bahía, sienten un gran alivio. Esta sensación no dura cuando la marea sube y deja al descubierto las innumerables y afiladas rocas que les rodean y el miedo a lo que podría haber pasado se apodera de ellos.

La noche más larga desde que se fueron
La noche es espantosa y blanca. De cara al viento, mantenido a través del oleaje, Hanabi rueda brutalmente, sin parar, de un lado a otro. Por la mañana, pálida, Océane se pregunta qué hace allÃâ?¦
Salir de la embarcación y llegar a tierra se convierte en un imperativo. Para ello, hay que sacar el kayak que se utiliza como auxiliar de su almacenamiento bajo la bañera e inflarlo, sujetando bien cada rollo. La operación lleva su tiempo.
Un poco de calma después de la tormenta
Afortunadamente, un magnífico día en tierra, un hermoso encuentro y una noche seca y cálida en un dormitorio de la isla, permitieron a Océane y Constantin prever el resto del viaje con más serenidad. Pero la próxima vez, no los atraparán allí, ¡irán a Ouessant en ferry!
