Cruzar el Atlántico es un reto en sí mismo, pero hacerlo a bordo de un yate de menos de 2 metros de eslora puede ser una auténtica locura. Pero en 1993, a la edad de 61 años, el estadounidense Hugo Vihlen logró esta hazaña y demostró que un navegante decidido no necesita un gran barco para enfrentarse a la inmensidad del océano.
De aviador a navegante en solitario
Antes de convertirse en una leyenda de las travesías extremas, Hugo Vihlen llevó una vida más convencional. Nacido en Florida en 1931, se convirtió en copiloto de Delta Airlines. Sin embargo, la llamada del océano era más fuerte que la de las nubes. Inspirado por las historias de navegantes solitarios, se propuso cruzar el Atlántico en el velero más pequeño jamás utilizado para tal travesía. Comenzó una serie de experimentos para diseñar un barco minimalista capaz de soportar los rigores del Atlántico sin dejar de ser lo bastante pequeño para hacer historia.

1968: April Fool, una primera travesía heroica
El 29 de marzo de 1968, Vihlen partió de Casablanca a bordo del Inocente un minúsculo velero de 1,80 m. Durante 84 días se enfrentó a vientos caprichosos y a una soledad absoluta, mientras hacía frente a la falta de alimentos y agua dulce. Cuando se acercaba a Miami, se desató el infierno: los vientos marinos y las corrientes de la Corriente del Golfo lo empujaron mar adentro, impidiéndole alcanzar la costa. Su familia, preocupada, alertó a los guardacostas, que lo avistaron a sólo 9,7 km de la costa. A pesar de su agotamiento y de las condiciones dantescas, rechazó toda ayuda para completar su reto en solitario. Finalmente, fue recuperado del mar y se reunió con su familia. La historia saltó a los titulares en Estados Unidos: un hombre solo, perdido en una canoa apenas mayor que un kayak, acababa de cruzar el Atlántico. Su hazaña le valió el reconocimiento instantáneo del mundo de la navegación.




1993: Venganza con el Día del Padre
35 años después, a la edad de 61, Hugo Vihlen volvió a aceptar el reto. Esta vez decidió navegar de Estados Unidos a Inglaterra en un barco aún más pequeño. Construyó Día del Padre el barco tenía 1,68 metros de eslora, pero no podía tumbarse en él ni protegerse realmente de los elementos. Justo cuando estaba a punto de salir, un competidor británico, Tom McNally, se inscribió en la regata con una embarcación 3,8 cm más corta. La rivalidad era amistosa, pero Vihlen quería asegurarse de mantener el récord. Tomó una decisión radical: recortó 5 centímetros de su propia embarcación, reduciendo su eslora Día del Padre a 1,63 m. Tras varios intentos fallidos, finalmente abandonó Terranova y puso rumbo a Falmouth. Durante 115 días soportó tormentas, averías y privaciones en un espacio extremadamente reducido. A fuerza de paciencia y tozudez, finalmente logró regresar a Inglaterra, estableciendo un nuevo récord para el barco más pequeño que ha cruzado el Atlántico. A día de hoy, el récord sigue imbatido.

En sus libros, Inocente y El tormentoso viaje del Día del Padre con un sentido del humor a veces irónico, describe las dificultades de estos viajes. Relata las noches interminables, el hambre, el miedo, pero también la belleza del océano y la satisfacción de superar lo imposible.

A los 93 años cumplidos en 2025, sigue siendo una figura emblemática del mundo náutico. Mientras algunos sueñan con la grandeza, Hugo Vihlen ha elegido el exceso... en miniatura.