Cuando la tensión de una tumbona cae, Morgane Ursault Poupon describe su alegría extrema


Morgane Ursault Poupon cuenta en este podcast cómo al final de la Ruta del Ron 2018 en su Clase 40, unas horas antes de la meta, exulta de alegría y llora de felicidad al mirar hacia atrás en el camino recorrido para llegar allí

Ocurrió al amanecer del 1 de diciembre de 2018. Estoy terminando mi travesía del Atlántico, mi primera travesía transatlántica en solitario. Sólo he pasado cuatro días en el mar en solitario antes del comienzo de esta Ruta del Ron 2018. Estoy en el proceso de completar la más bella de mis aventuras. Dentro de unas horas, si todo va bien, digo si todo va bien porque aunque estemos a pocos metros de la meta cuando no la hemos cruzado, la carrera no ha terminado porque puede pasar cualquier cosa.

En unas horas, si todo va bien, cruzaré la línea de meta después de 27 días en el mar. ¡Vaya! Puedo decirle que estoy en un estado extraño, bastante indescriptible. Ya el día anterior, a la una de la mañana, capturé un casillero de pescador cuando las condiciones eran perfectas, el barco se movía bien, de 5 a 7 nudos. Incluso me pregunté en un momento dado si me iba a ver obligado a bucear en medio de la noche, lo cual no era una situación muy agradable...

Fue bien después de pasar la costa noroeste de Guadalupe, los vientos eran hiper inestables, todo de noche. Los vientos bajaron de cero a 30 nudos. Tuve que cambiar la vela delantera casi diez veces. Fue realmente agotador y allí, por fin, temprano en la mañana, pasé por la boya de Basse-Terre, la famosa boya muy cerca de la costa de sotavento de La Soufrière. En ese momento, las condiciones eran perfectas, el barco se deslizaba y yo me establecí, me quedé sin aliento y pensé en lo lejos que habíamos llegado el equipo y yo para lograr esta loca aventura. Pienso en todas esas horas que pasé delante de mi ordenador para llegar a fin de mes, porque incluso antes de la salida, no estaba seguro de poder salir por falta de medios, pienso en Rémy que preparó mi barco con las cebollitas, y gracias a quien no me rompí nada, a pesar de que pasamos por condiciones extremas en el Golfo de Vizcaya con 45 nudos y sobre todo por mares agitados. Pienso en mi patrocinador, sin el cual nada de esto hubiera sido posible.

Y luego pienso en mi madre que falleció hace diez años y creo que estaría muy orgullosa de ver a su hija tan feliz. Su hija que cruzó el Atlántico sola en su barco de carreras. La siento tan cerca y unas cuantas lágrimas fluyen. Estoy tan cansada, pero al mismo tiempo tan feliz, un poco triste al mismo tiempo, es realmente un sentimiento indescriptible. Muchas emociones muy fuertes, pero qué felicidad vivir este momento tan intenso, pero el viento está subiendo, hay que concentrarse de nuevo y entonces me digo a mí mismo que realmente no cambiaría de lugar con nadie.

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