Hacer un Mini 6.50 de forma responsable
Thomas Cichostepski es natural del norte de Francia, entre Boulogne y Dunkerque. Empezó en el Canal de la Mancha con una sangría y le picó el gusanillo. El joven, carpintero de formación, tras haber trabajado en monumentos históricos, descubrió el placer del bricolaje marítimo durante su primer trabajo real en su Sangría. Con un vecino en la obra, su imaginación empezó a volar y nació la idea de lanzar un Mini 6.50, con un proyecto responsable, pero también asequible para el joven.

La búsqueda del barco
Tras considerar durante un tiempo la posibilidad de construir él mismo un prototipo de madera contrachapada, el carpintero, aconsejado por unos amigos, decidió comprar un barco de segunda mano: "Como me señaló un amigo, el casco tendría que costar y no quedaría nada para equiparlo. Tenía dos opciones en ese momento, un viejo barco de serie, que ahora es muy complicado con el éxito de la clase, o un viejo proto. Así que eso es lo que elegí. También encaja más con la idea de hacer tu proyecto con tus manos, que es la mía"

Tras una gira por Bretaña de la que regresa con las manos vacías, Thomas descubre por fin un Mini abandonado en Dunkerque. Finalmente consigue negociar el Pogo 117 a un precio muy bajo. Él lo describe: "Es un prototipo asequible y sencillo diseñado por Rolland, con quilla fija y el casco del Pogo 1. Fue de Yannick Bestaven para su primera Mini Transat"
Saca el barco del agua y aprovecha el préstamo de un cobertizo por parte del YCMN de Dunkerque, para iniciar los trabajos. Y hay trabajo que hacer, con un barco abandonado que sufre un principio de delaminación. Lijó todo lo que quedaba al descubierto, antes de trasladar el barco a Concarneau, donde ahora lo está preparando.

Un Mini por el gálibo, lo más sencillo posible
Aunque aún no están decididos todos los temas, Thomas ha pensado en los distintos enfoques, que detallará a medida que avance el trabajo: "El principio es decirnos a nosotros mismos que podemos divertirnos sin gastarnos 150.000 euros y hacerlo nosotros mismos. Para el aparejo, me gustaría ver con textiles reciclados. Para la flotabilidad, vamos a intentar utilizar micelio de champiñón. En cuanto a la energía y la electrónica, hemos identificado que el piloto es el mayor consumidor. Hay dos posibilidades: el piloto de viento o un piloto electrónico que ahorre energía. Estamos trabajando en una solución de código abierto con el Konk Ar Lab, el fablab de Concarneau. También estamos interesados en el interiorismo con textiles reciclados y en la alimentación, para intentar prescindir de la liofilización, la más cero residuos y vegetariana, fijándonos en las antiguas técnicas de conservación"

El Mini 117 debería convertirse así en un bonito laboratorio, sin salirse del gálibo, para participar en las carreras del circuito. Continuación