Inventado para combinar el movimiento mecánico y la navegación de recreo, el "bote a pedales" es hoy parte integrante de las orillas de lagos y playas de todo el mundo. Su sencillo funcionamiento, basado en un mecanismo de pedales que acciona paletas o una hélice, lo convierte en una embarcación accesible y respetuosa con el medio ambiente. Pero, aunque a menudo se asocia con las vacaciones, la barca a pedales tiene también una rica historia y un amplio abanico de usos. Exploremos los orígenes de esta embarcación de propulsión humana, los diferentes modelos que han surgido y las formas en que se utiliza hoy en día.
Un invento nacido de la efervescencia industrial
La idea de una embarcación propulsada por las piernas surgió en el siglo XIX, en plena Revolución Industrial. En 1810, el ingeniero alemán Joseph von Baader creó uno de los primeros velocípedos náuticos, sentando las bases de una tecnología que aún estaba en pañales. En Francia, otros inventores se interesaron por el concepto. En 1860, Jean-Antoine Chanony, de Nancy, que había perdido el uso del brazo derecho, diseñó una barca a pedales para navegar por el lago de Gérardmer.

Unos años más tarde, en 1884, Léon Bollée fabricó un prototipo similar, lo que refleja la creciente popularidad de estas máquinas de tracción humana.

Ya se llamen podoscaphes (la versión en bicicleta), hidrociclos o ciclos acuáticos, estas máquinas proliferan. El Príncipe de Gales tiene un podoscaphe con dos ciclistas que conducen una barca provista de ruedas de paletas.

Estas primeras creaciones, destinadas principalmente a una clientela de clase media atraída por los deportes náuticos, tuvieron dificultades para desarrollarse a gran escala debido a sus rudimentarias estructuras de madera y sus limitados mecanismos.
El auge del pedaló en el siglo XX
La barca a pedales despegó realmente a principios del siglo XX, impulsada por la moda de las actividades de ocio al aire libre.

La democratización de los deportes náuticos, sobre todo con la introducción de las primeras vacaciones pagadas en 1936, impulsó su éxito.

Ese mismo año, Jean-Eugène Canton, carpintero naval de Juan-les-Pins, desempeñó un papel clave en la historia de la barca a pedales. Inspirándose en modelos anteriores, perfeccionó su invento añadiendo dos flotadores paralelos y un asiento, optimizando la estabilidad y la facilidad de uso. El 10 de junio de 1936 registró oficialmente la marca Pédalo, asociando para siempre el nombre a su invento. Estas embarcaciones se convirtieron en el emblema de las vacaciones en el agua.

En las décadas siguientes llegaron los materiales modernos. En los años 50, la introducción de la fibra de vidrio revolucionó el diseño de las barcas a pedales, haciéndolas más ligeras, duraderas y manejables. Los fabricantes italianos y franceses apoyaron esta industria en auge.
Una marca que se ha convertido en genérica
Aunque "pedalo" es ahora un término genérico, originalmente era una marca registrada. Tras el registro inicial por Jean-Eugène Canton en 1936, Bernard Borrelly, el último propietario de la marca, adquirió los derechos en 1986. Intentó entonces proteger su condición de marca impidiendo su uso con fines genéricos. Sin embargo, el éxito popular del nombre lo dificultó. Desde 2008, el debate se ha cerrado y "pédalo" se utiliza ahora comúnmente para designar las embarcaciones propulsadas a pedales, para consternación de los propietarios históricos de la marca.

Modelos para todos los gustos y aguas
Hoy en día, el pedalo se presenta en multitud de versiones adaptadas a distintos entornos y necesidades de los usuarios.
- Los clásicos
Las barcas de pedales tradicionales, a menudo diseñadas para 2 ó 4 personas, tienen cascos de plástico o fibra de vidrio. Equipados con dos pedales sincronizados, ofrecen una navegación suave, ideal para aguas tranquilas como lagos, ríos y costas. Las formas más comunes incluyen cascos de catamarán para una mayor estabilidad. Suelen estar equipados con un tobogán y un toldo para el sol.


- Lo insólito
En algunas partes del mundo, sobre todo en Asia y Norteamérica, se utilizan espectaculares barcas a pedales con formas originales: cisnes, dragones, lotos gigantes, coches retro... Estas creaciones, a menudo populares entre los turistas, añaden una dimensión lúdica a un paseo por el agua.


- Los innovadores
Con la llegada de los materiales modernos, el término genérico "bote a pedales" tiende a desaparecer en favor de los modelos de botes a pedales más eficientes y estéticamente más agradables que han surgido, como los hidroalas. Algunos fabricantes ofrecen estructuras ultraligeras de carbono diseñadas para la competición o la exploración deportiva.

Otros modelos más lujosos, del tipo "bote a pedales", están diseñados enteramente para ofrecer a los navegantes un momento de relax. Empieza a aparecer la adición de paneles solares para alimentar un motor eléctrico, lo que permite lograr una mayor autonomía sin esfuerzo.


Variedad de usos
Aunque asociado a la relajación, el pedalo también ha encontrado aplicaciones más prácticas o simbólicas en todo el mundo. Muchas asociaciones ecologistas, por ejemplo, utilizan los pedales para concienciar a los turistas de la necesidad de proteger los ecosistemas acuáticos. Su escaso impacto en el medio ambiente los convierte en un medio ideal para explorar zonas sensibles, como marismas o lagunas, sin molestar a la fauna local.

En algunos países, los hidropedales se han convertido en el centro de eventos deportivos y festivos. En Francia, cada verano se organizan regatas de hidropedales que atraen a competidores de todas las edades. Este gusto por el desafío quedó patente en 2022, cuando Armand Thoinet y Julien Segretain lograron una doble hazaña: circunnavegaron Córcega a pedales y batieron el récord mundial de mayor distancia recorrida por este tipo de embarcación, 575 km.

En todo el mundo, las barcas a pedales están demostrando ser un medio de transporte especialmente popular para explorar paisajes pintorescos. Ya sea cruzando tranquilos ríos, navegando por apacibles lagos o bordeando remotas costas, el pedalo es una experiencia única, propicia para el descubrimiento íntimo de la naturaleza. Permite a los viajeros sumergirse en entornos a menudo inaccesibles de otro modo, mientras disfrutan de un ritmo tranquilo y relajante.
