Sobrevivir sin asistencia: Lindemann tras la estela de Alain Bombard

A finales de los años 50, Hannes Lindemann realizó dos travesías del Atlántico en condiciones rudimentarias a bordo de embarcaciones improvisadas. Su objetivo: poner a prueba su resistencia física y mental.

A mediados del siglo XX (1950), en una época en que la navegación en solitario era poco frecuente, Hannes Lindemann, médico alemán de formación, introdujo un nuevo paradigma en el estudio de la supervivencia en el mar. Para ello, completó dos viajes transatlánticos en solitario: el primero, en 1955, en el una piragua tradicional comprada a un pescador en Liberia; la segunda, un año después, en el un kayak de mar plegable . Al intentar reproducir las condiciones de vida de un náufrago, quería demostrar que el hombre, incluso en condiciones extremas y con un equipo rudimentario, puede sobrevivir, adaptarse y navegar solo.

Lindemann pone a prueba la teoría de Bombard

En 1953, Hannes Lindemann llega a Liberia, donde comienza su carrera de médico. Allí conoció a su colega francés Alain Bombard, ya famoso por su travesía de 1952 de las Islas Canarias a Barbados a bordo de "l'Hérétique", una neumática Zodiac de 4,65 m aparejada con una vela Optimist. El hombre veía en esta pequeña vela un símbolo de ingenio, cualidad esencial para sobrevivir en alta mar. A bordo no había agua ni comida, ni fresca ni enlatada. Bombard navegó a la deriva por el Atlántico durante 63 días, equipado únicamente con una tienda de campaña, un sextante, un sedal, un cuchillo, una red de plancton y algunos cachivaches, para demostrar que el océano podía proporcionar los recursos necesarios para la supervivencia de un náufrago capaz de adaptarse.

Alain Bombard à bord de l'Hérétique
Alain Bombard a bordo de l'Hérétique

Escéptico, Lindemann decidió poner él mismo a prueba esta teoría comprobando los límites de la supervivencia en el mar.

Una primera travesía en la que la mente se enfrenta al océano

En 1955, tras dos años de observación y preparación, Hannes Lindemann partió hacia lo desconocido. Embarcó en el Liberia II, un tronco hueco aproximadamente 76 centímetros de ancho y 25 pies de largo. El Liberia I, de 36 pies de eslora, había sido incendiado anteriormente por constructores de barcos africanos durante el proceso de ahumado de los caballetes de madera.

Lindemann partió de España con el objetivo de llegar a las Indias Occidentales. El viaje duró 65 días. Además de las dificultades físicas impuestas por las olas y el viento, tuvo que enfrentar su mente a la situación. La pérdida del timón y las anclas flotantes en medio del océano podrían haber hecho desistir a otro navegante, pero Lindemann persistió y consiguió llegar hasta el final sin que su espíritu flaqueara. La travesía resultó ser una rigurosa prueba de la capacidad humana para soportar el mareo, el hambre y los elementos.

Un desacuerdo con Alin Bombard

Tras estos experimentos, Lindemann concluyó, sin poder demostrarlo, que Alain Bombard, a pesar de la soledad que había soportado notablemente, había recibido agua dulce y otros alimentos en dos ocasiones. En su opinión, Bombard no podría haber sobrevivido sólo a base de agua salada y pescado, como se afirmó en un principio. Sin embargo, hasta su muerte, Bombard recibió muchas cartas de náufragos que le expresaban su gratitud por haber sobrevivido gracias a los principios que había compartido. En cualquier caso, el enfrentamiento entre los dos marinos aventureros, aunque marcado por los desacuerdos, enriqueció nuestra comprensión de las pruebas que debe afrontar un náufrago al combinar ingenio y pragmatismo en la búsqueda de la supervivencia.

Hannes Lindemann, lejos de darse por satisfecho con esta primera experiencia, decidió continuar su reflexión y llevar aún más lejos su comprensión de los límites humanos en situaciones extremas.

El concepto de "psicohigiene

El marino aventurero desarrolló entonces un método que denominó "psicohigiene", que consistía en preparar su mente para afrontar situaciones extremas. Todos los días, durante 6 meses antes de su partida, se repitió autosugestiones como "Lo conseguiré", "Sigue hacia el oeste" y "Nunca te rindas". Estas frases se convierten en mantras, anclas en su subconsciente que le ayudan a superar los momentos de duda en el mar.

El kayak como herramienta de resistencia mental

En 1956, Lindemann optó por un kayak plegable Klepper Aerius de 17 pies, modificado para llevar dos mástiles y un balancín. Los kayaks plegables eran muy populares en Alemania en aquella época. Su historia comenzó en 1905, cuando el arquitecto Alfred Heurich botó su "Luftikus" de 15 pies a orillas del Isar, cerca de Múnich. Esta embarcación, inspirada en los kayaks inuit, estaba formada por costillas unidas por cañas de bambú y cubierta de lona. En sólo 5 horas, Heurich llegaba a Múnich, a 50 kilómetros de distancia. En 1907, vendió la licencia de fabricación al comerciante Johann Klepper, que fundó en Rosenheim el astillero Klepper, que produjo el modelo "Aerius II" utilizado por Lindemann.

Lindemann no eligió el kayak más pequeño y vulnerable por casualidad: quería experimentar lo que era naufragar solo, sentir el dolor y los momentos de esperanza. El 20 de octubre de 1956, el aventurero partió de las Islas Canarias para realizar una travesía transatlántica en solitario: una salida sigilosa para que nadie se preocupara, según confesó más tarde en una entrevista concedida al canal de televisión alemán WDR en 2012.

La travesía no empieza de forma auspiciosa: un bote piloto daña su kayak y rompe un flotador. A pesar de ello, Lindemann demuestra su resistencia y decide no regresar a puerto. Puso rumbo al oeste. Mientras navegaba, hizo poco uso del remo, sólo lo utilizó cuando se rompieron los timones. Cuando zarpó, cargó con 70 kg de provisiones, principalmente conservas y cerveza para las calorías, pero se vio obligado a abandonar parte de ellas debido al excesivo peso del kayak. Para mantenerse, pescaba y recogía agua de lluvia.

Durante los 72 días siguientes, soportó condiciones meteorológicas extremadamente difíciles, volcaduras con vientos de fuerza 8 y rachas de fuerza 9 que le dejaron inconsciente en varias ocasiones, y noches de espera en completa oscuridad, aferrado a su kayak volcado. Durante horas interminables, practicó la privación del sueño y la meditación: su determinación le impulsaba a perseverar, siempre alimentada por la repetición de sus mantras interiores. A su regreso, habló de experimentar lo que podría describirse como estados alterados o tántricos de conciencia.

El 30 de diciembre de 1956, Hannes Lindemann llega por fin a Saint-Martin, en las Antillas. Estaba agotado, había perdido 25 kg durante la travesía, pero su espíritu permanecía intacto. A partir de entonces, esta segunda travesía fue un modelo de resiliencia, pero también un medio para demostrar que el ser humano es capaz de superar condiciones extremas recurriendo a su propia fuerza mental.

4 años más tarde, en 1960, volvió a cruzar el Atlántico con el Liberia IV, un barco de 30 pies construido por Colin Archer.

Liberia III © Klepper
Liberia III © Klepper

Una vida dedicada a la supervivencia y al optimismo

Lindemann escribió sobre sus experiencias en su libro Solos en el mar publicado en 1958, se ha convertido en un clásico de la literatura de aventuras y supervivencia en solitario.

En 1975 publicó otra importante obra sobre el pensamiento positivo titulada Entrenamiento autógeno en el que explica las técnicas que utilizaba para prepararse mentalmente. Sus investigaciones y trabajos influyeron mucho en quienes, a su vez, se embarcaron en aventuras en el mar, como Michael Collins, editor de la antigua revista Kayak de mar que conoció a Lindemann en 1993 en un simposio de kayak de mar en Port Townsend.

El Dr. Hannes Lindemann, fallecido en 2015 a los 92 años, aportó su granito de arena y demostró a todos que, en condiciones extremas, no solo cuenta la embarcación, sino también la mentalidad.

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