En los muelles de Le Havre, la rutina de la salida se va asentando. Últimos controles, últimos ajustes, últimos intercambios. A bordo del Imoca 4CAD - La Mie Câline, Benjamin Dutreux y Arnaud Boissières se preparan para cruzar el Atlántico. Pero antes de partir hacia la Transat Jacques Vabre 2023, juegan a una entrevista sin cueros de aceite ni barómetros.
Un lazo forjado en sal y millas
"Es mejor tenerlo a bordo que como competidor directo Benjamin Dutreux no oculta su admiración por Boissières, apodado "Cali", que está a punto de embarcarse en su 34ª travesía del Atlántico. Uno conoce la Vendée Globe como el patio de su casa, el otro ya la ha intentado dos veces. Este dúo trabaja sin sobreactuar, en la encrucijada de la experiencia y la transmisión.

A cada cual su ritual, a cada cual su manía
Detrás del respeto mutuo, también descubrimos hábitos bien establecidos: Benjamin siempre sale en vaqueros, Arnaud nunca deja su taza de café. Y en sus bolsos, no hay grigris absurdos sino objetos simbólicos: un Playmobil regalado por el hijo de Boissières, con una foto de su nacimiento. A medio camino entre la superstición amable y el apego familiar.
Comodidad espartana y manjares bien elegidos
¿Qué falta a bordo? La respuesta es: "Nada... excepto la familia". Y cuando se trata de los pequeños placeres a bordo, son las sardinas en lata las que ganan la votación. También se habla de una sorpresa culinaria post-Canarias, cuidadosamente guardada en secreto. Un ambiente agradable, sin florituras. No hacen falta trufas ni champán cuando las sardinas bastan.

Desafíos técnicos vistos por pilotos experimentados
En cuanto a la tecnología, Benjamin destaca los avances en la gestión digital a bordo. Arnaud Boissières, por su parte, se centra en la sensación de vuelo y las posibilidades que ofrecen los foils, aunque tiene claros los matices. Aquí no hay un discurso al uso sobre la innovación, sino una verdadera reflexión sobre los límites actuales y los usos reales en las regatas.
Una oda al mar y a quienes lo apoyan
La entrevista termina con una sincera nota de agradecimiento a los equipos de tierra y un guiño a los jóvenes entusiastas que acudieron a ver los barcos. "Yo también fui ese niño, al comienzo de la Route du Rhum..." confía Cali. El círculo está completo, o casi. Aún queda una tumbona por hacer, y quizá unas cuantas tazas por llenar.

/ 












