En los años sesenta, comprar un barco era signo de riqueza social y éxito. Sin embargo, en el pequeño pueblo de Vélines, en Dordoña, un apasionado de la mecánica eligió un camino diferente: en lugar de comprar un runabout de serie, Georges Cavard diseñó un barco con sus propias manos. Hoy propiedad del historiador de la náutica Daniel Charles, este modelo ilustra la destreza de los artesanos y el ingenio mecánico de una época en la que la gente se atrevía a crear sin seguir un modelo preestablecido.
Un enfoque empírico pero meticuloso
Nacido en Angulema en 1907, Georges Cavard se formó como mecánico. En el periodo de entreguerras, se distinguió en los circuitos al volante de un Bugatti. Después de la guerra, creó un próspero taller en Vélines, en el departamento de Dordoña, en Nouvelle-Aquitaine. Con el crecimiento económico de finales de los años 50, la adquisición de una lancha motora, al igual que la de un coche, se convirtió en símbolo de ascenso social. Sin embargo, en lugar de tomar el camino fácil comprando un modelo de serie (Rocca, Matonnat o Kirié...), Cavard decidió construir su propio barco, de forma empírica, sin formación de arquitecto naval pero con todo el rigor de un ingeniero. Para diseñar las líneas del casco, hizo varios modelos con madera de álamo, la misma que se utilizaba para las cajas de los huertos locales. Utilizando "motores de goma", simples hélices accionadas por una goma elástica, probó las formas en un estanque, observando el comportamiento de los modelos a escala. Su objetivo es claro: conseguir un trimado perfecto a toda velocidad. El planteamiento, que puede parecer rudimentario, revela una comprensión instintiva de las leyes de la hidrodinámica.


Un casco optimizado para el rendimiento
El runabout Cavard tiene una silueta esbelta y elegante: 4,65 metros de eslora y sólo 1,32 metros de manga. En proa, el casco en V acampanado corta el choppy con eficacia. En la popa, el casco se aplana por completo, garantizando un planeo rápido y una baja resistencia aerodinámica. Una quilla prominente y completa proporciona una estabilidad direccional inestimable. La cubierta inclinada hacia delante mejora la visibilidad del piloto, especialmente cuando se levanta al acelerar.
Este casco, construido con madera contrachapada sobre cuadernas aserradas, está inteligentemente reforzado allí donde los esfuerzos lo exigen, sobre todo en la popa, la zona de cepillado. El entablado de 6 mm de grosor ilustra la búsqueda de la ligereza. Sin florituras: sin cojines, sin acabados estéticos. El Cavard es un barco espartano centrado en el rendimiento. Con un peso total de 250 kg, incluido el motor, alcanza una relación peso/potencia de 3,2 kg por caballo de potencia, excepcional para su época.

El ingenio del Sistema D
La artesanía va más allá de la simple construcción del casco. Cavard y sus hijos fabrican todo lo que se puede fabricar. El capó incorpora una toma de aire recortada del parachoques de un Panhard. El acelerador sigue el mismo principio. Incluso la hélice es de fabricación casera, ensamblada mediante soldadura. El motor es un Simca Flash de 4 cilindros con dos carburadores Weber. La cadena cinemática es lo más sencilla posible: la caja de cambios Simca se ha despojado de todos los engranajes innecesarios, dejando sólo la transmisión directa y la marcha atrás. El equipamiento de a bordo se ha recuperado de forma inteligente: manómetro de aceite de un Hotchkiss, volante Simca, depósito de combustible de origen incierto. El remolque, por su parte, está fabricado a partir de un eje Panhard. La placa identificativa está pintada simplemente en el panel trasero del runabout.

Un barco construido para la velocidad... y el río
Optimizado para la velocidad, el Cavard está limitado al agua dulce. La ausencia de intercambiador de calor impide navegar en el mar, ya que el agua salada podría causar daños irreparables en el sistema de refrigeración. En la Dordoña y sus afluentes, el barco es una sensación. Fácil de manejar y tan rápido como un kart, divirtió a la familia Cavard durante una docena de años. Pero no perdonaba: un pasajero con sobrepeso provocó un espectacular vuelco en Castillon-la-Bataille, demostrando los límites de estabilidad de un casco tan estrecho. La única modificación: se sustituyó la hélice original, ya que su escasa eficacia no cumplía los requisitos de velocidad.

El legado de una obra maestra de la vela
El runabout Cavard nunca se diseñó para la competición. Destinado a un uso recreativo, representa sin embargo la realización personal de su creador. Guardado en la sala de exposiciones del garaje familiar, el barco fue descubierto en 1992 por un miembro del Conservatoire de la Plaisance de Burdeos. Así comenzó una nueva vida como raro testimonio del saber hacer popular. En la actualidad, pertenece al historiador de la náutica Daniel Charles, que se esmera en su conservación.

El Cavard ha sido restaurado de la forma más fiel posible a su estado original. Daniel Charles ha elegido barnices de calidad, sin buscar un acabado de espejo, para preservar el aspecto auténtico del barco.

Las reparaciones de las piezas dañadas se han realizado de forma visible, lo que permite distinguir los elementos originales de las intervenciones recientes. Se han realizado ajustes por motivos de seguridad, incluida la instalación de un extintor dirigido al carburador doble. El sistema eléctrico se ha renovado y se han sustituido todos los tubos flexibles para garantizar una funcionalidad óptima. El volante, aunque anticuado, se sustituyó por un modelo de época similar.

Declarado Monumento Histórico junto con su modelo de diseño, el Cavard es actualmente el único runabout que figura en esta lista, lo que lo convierte en una obra emblemática. Esta iniciativa de preservación ha permitido valorizar un patrimonio a menudo descuidado, a través de un enfoque teórico todavía poco frecuente en este ámbito. ¿Qué representa este barco en la historia de la vela? ¿Qué papel desempeña en el desarrollo de las técnicas náuticas y la preservación de los conocimientos tradicionales? En su libro Pasión por los barcos clásicos daniel Charles dedica un capítulo entero al Cavard, destacando su lugar en la historia de la vela.
