Robertson: un viaje familiar de pesadilla alrededor del mundo
Cuando Dougal Robertson, antiguo capitán de la marina mercante, vendió su granja de Staffordshire para comprar Lucette a bordo de su goleta de 13 metros, llevó a su esposa Lyn, enfermera, a sus hijos Douglas y Anne, a los gemelos Neil y Sandy, y a un joven pasajero canario, Robin Williams, en un viaje familiar en velero alrededor del mundo.

En 1971, la familia cruzó el Atlántico, las Antillas y el Canal de Panamá hasta llegar al Pacífico Sur. El proyecto, largamente gestado, pretendía ser una experiencia de aprendizaje a escala real, "la universidad de la vida", según Dougal.
Pero el 15 de junio de 1972, a 300 millas al oeste de las islas Galápagos, el sueño volcó. Tres orcas chocaron violentamente contra el casco. En sólo un minuto, Lucette fregaderos.
Un bote improvisado para seis personas
Apenas tiempo para inflar una balsa hinchable de tres metros, izar un pequeño bote de fibra de vidrio, coger unos cuantos limones, naranjas, un cuchillo, 10 litros de agua y bengalas de socorro. Son seis, sin medios de comunicación, abandonados a su suerte en el corazón del Pacífico.

Durante los nueve primeros días, la familia intentó sobrevivir a bordo de la balsa hinchable. Pero la embarcación se desinfló, obligando a todos a pasar a la lancha neumática, que era estrecha, inestable y estaba desprotegida.
"No teníamos adónde ir. Sólo el mar" douglas lo recordará.
Racionamiento, tortugas y enemas: supervivencia brutal pero ingeniosa
El agua se convirtió rápidamente en el principal problema. La reserva de 10 litros apenas duró diez días. Las primeras lluvias ofrecieron un respiro temporal. Para alimentarse, los Robertson improvisaron: pesca manual, peces voladores y, sobre todo, tortugas marinas, que les traían carne, sangre, grasa e incluso ungüentos para curar las heridas de sal.

La sangre de tortuga, rica en agua, se bebe nada más capturarla. Su carne se seca al sol para conservarla más tiempo. La grasa se utiliza como ungüento. Pero el agua potable volvía a agotarse pronto. Así que Lyn, la enfermera, sugirió un método radical: utilizar el agua sucia recuperada del fondo del bote (una mezcla de sangre, vísceras, orina, excrementos, etc.) y administrarla mediante un enema.
Por vía rectal, el cuerpo absorbe líquidos sin filtrar toxinas a través del estómago. Es degradante, difícil de aceptar, pero funciona. Douglas hace un tubo con los peldaños de la balsa. Toda la familia acepta el procedimiento, excepto Robin.
"Fue humillante, pero nos mantuvo vivos" douglas escribiría más tarde.
Entre tormentas y alucinaciones
Un día tras otro. Tiburones rondando el bote, infecciones, quemaduras, alucinaciones, niños llorando hambrientos... cada noche era un reto. Douglas, que entonces tenía 18 años, se encargó de gestionar la comida. Lyn prestó apoyo físico y moral a todos. La familia también improvisó un sistema para ahumar la carne y conservar el pescado. Incluso se tendió una red en la parte trasera del bote para intentar capturar otras presas marinas.
"Nos mantuvimos unidos como equipo. Fue duro, pero seguimos siendo una familia"
38 días después, la salvación
El 23 de julio de 1972, al amanecer del día 38, un atunero japonés, el Toka Maru II, se cruzó en su camino. Dougal disparó su primer cohete de socorro. No pasó nada. Un segundo. Esta vez, el barco cambió lentamente de rumbo. Cuando sonó su bocina, los Robertson lo comprendieron: estaban salvados.
Navegaron 900 millas a la deriva, sobreviviendo sin velas, motores, agua dulce ni alimentos. Su salvación se redujo a la resistencia, el amor familiar y una inventiva que a menudo llegó al límite.
Un patrimonio marinero grabado en la historia
Tras su rescate, la historia de los Robertson dio la vuelta al mundo. Dougal escribe Sobrevivir en el mar salvaje (1973), que fue adaptada al cine en 1993. Douglas publica El último viaje del Lucette (2005), en el que cuenta una historia más íntima de su experiencia a bordo de la balsa, las tensiones, las terribles decisiones y la cruda verdad de la supervivencia.
La historia se convirtió en un caso de manual de formación marítima. Inspiró a Alain Bombard, a escuelas de supervivencia y a instructores militares. Se incluyeron extractos en manuales náuticos y en el Museo Marítimo Nacional de Cornualles se exponen objetos de la expedición.

Hoy, los hijos de los Robertson son abuelos. El trauma familiar nunca ha desaparecido. Dougal y Lyn se divorciaron. Douglas se alistó en la Marina Real y luego en la industria náutica. Cuidó a su hijo herido con las habilidades que había adquirido en el Pacífico.
"Lo que aprendí en aquella balsa me ha guiado toda la vida. Pero mis hijos están cansados de oír la historia de los 38 días..."

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