Es fácil olvidarlo, pero la vida de una embarcación no se limita a su uso. Hay que construirlo (lógicamente) con materias primas, luego transportarlo a su lugar de entrega, utilizarlo y un día desecharlo. Todas estas etapas resumen su ciclo de vida, y cada una de ellas puede estudiarse para cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero en toneladas de CO2 emitidas.
Construcción y eliminación: se atasca

Para construir el casco de un velero o una lancha, las fibras sintéticas y las resinas químicas son las protagonistas. Para su fabricación, las fibras de vidrio y de carbono se calientan a temperaturas extremadamente altas, con un importante coste energético. Las resinas, en cambio, proceden de procesos petroquímicos y son perjudiciales para la salud y el medio ambiente. También hay que tener en cuenta la fabricación de moldes, que es mejor utilizar varias veces, ¡a riesgo de ver disparado su balance medioambiental! Mástil, botavara, motor, timones, quilla, herrajes de todo tipo: todos estos elementos se hacen con materias primas, se fabrican y se transportan a la obra, emitiendo también dióxido de carbono.
Una vez que el barco está terminado, se lleva a su puerto de origen. La contaminación emitida durante su fase de uso es más fácil de entender -y de controlar- para los navegantes: mantenimiento, uso del motor, repostaje, residuos domésticos, etc

Y un buen día, después de (muy) largos años de buen y leal servicio, el barco llega al final de su vida. ¿Quién no se ha tomado el tiempo de mirar los barcos moribundos en los puertos? Cubiertos de algas, óxido, moho, son difíciles de ver y uno preferiría sinceramente que se deshicieran de ellos "por su propio bien". A la APER (Association pour la Plaisance EcoResponsable) se le ha encomendado la tarea de gestionar el tratamiento de las embarcaciones de recreo en 2018, con el objetivo de que haya 5.000 embarcaciones deconstruidas al año. En 2019, le costó llegar al 8% del objetivo fijado. ¿Por qué tan pocos resultados? ¿Se debe tal vez al desconocimiento de este nuevo servicio, o al coste del transporte, a cargo del propietario, para llevar el barco a uno de los 24 centros de deconstrucción?
Concienciación

Sin duda, para aplicar el cambio de la manera más eficaz, se necesitan modelos y ejemplos con voz. Varios patrones de regatas oceánicas (Roland Jourdain, Stanislas Thuret, Arthur Le Vaillant...) han decidido actuar a su escala y reunirse en torno a una asociación llamada "La Vague", en referencia a la ola que se propaga en el mar. Su objetivo es cuestionar su deporte desde todos los ángulos: el diseño de los barcos, la organización de los eventos, la comunicación. Aunque discreta por el momento, esta estructura tiene el mérito de poner el dedo en la llaga y asumir parte de la responsabilidad.
¿Es por tanto utópico imaginar un deporte de agua más limpio? Leyendo estas líneas, parece obvio que la mejor manera de reducir su huella medioambiental sería... no construir barcos y utilizar los existentes en su lugar. Pero esto sería una verdadera molestia para las mentes creativas y emprendedoras Quizás sería más interesante realizar acciones "en conciencia" para no perder el placer de la navegación: mantener tu barco en un astillero que recoja y trate las aguas residuales, contactar con la APER para deshacerte de tu barco, pensar en reutilizar velas y cabos..
Estos nuevos temas de desarrollo sostenible, aunque angustiosos y limitantes, son también una tremenda oportunidad para reinventar la náutica e imaginar el mundo del mañana. Y como dijo una vez un famoso sabio chino: "Un viaje de mil millas siempre comienza con un primer paso". ». Así que atrevámonos a dar ese primer paso, por ridículo que nos parezca, ¡ya es un paso en la dirección correcta!