Editorial / Regatas en alta mar y asistencia: un choque de culturas

Salida de Auckland OGR

Son muchas las regatas de vuelta al mundo a vela que se están celebrando actualmente. La diferencia entre ellas se pone de manifiesto una vez más en la actualidad, con las penalizaciones en la Ocean Globe Race y las paradas en boxes en el Arkea Ultim Challenge. Una oportunidad para examinar la relación entre regatas oceánicas, aventura, reglas y presupuestos.

Dos clases, dos ambientes...

En el espacio de unos días, la noción de asistencia en las regatas oceánicas ha sido noticia de dos maneras muy diferentes. Lejos de las discotecas, podríamos sin embargo resumirlo en ¡2 clases, 2 ambientes!

Por un lado, el Arkea Ultim Challenge, que da la vuelta al mundo en solitario a los patrones de los maxi trimaranes Ultim, vive su primera escala técnica. Armel Le Cléac'h a bordo del Banque Populaire hace escala en Recife, Brasil para repararlo, con la ayuda de un equipo técnico que se le unió en avión.

Por otra parte, en vísperas de la salida de la 3ª etapa de la Ocean Globe Race, vuelta al mundo a la antigua usanza con tripulación, se anunció una andanada de sanciones contra varias tripulaciones por haber llamado a veleros y enviado sus velas a reparar durante la escala en Auckland, infringiendo el reglamento. La tripulación italiana del Translated 9, en cabeza de la clasificación general en tiempo real, había intentado ocultar la operación, por lo que recibió 100 horas de penalización y vio cómo su patrón dimitía.

Aventura, sostenibilidad y respeto de las normas

Para el espectador, navegante o no, circunnavegación rima con aventura. El aura de la Vendée Globe se ha construido sobre el concepto mismo de una regata sin escalas y sin asistencia. Los medios de comunicación ya han desvirtuado en parte el concepto, al permitir el asesoramiento técnico en las reparaciones en determinados casos, pero, sin embargo, los navegantes tienen que realizar las reparaciones ellos mismos. La complejidad de un trimarán de 32 metros y su manejo en solitario ha llevado, comprensiblemente, a permitir escalas para reparaciones y asistencia, aunque sólo sea para atracar. Pero, ¿hasta dónde debe llegar el desembolso de recursos? Aunque en este caso la aventura no sea la de un solo patrón, sino la de un equipo, ¿es razonable enviar equipos en avión a través del planeta para reparar un multicasco, como se haría con una simple grúa? Las reglas lo permiten, pero ¿es éticamente aceptable?

En el otro extremo de la balanza, la elección de las reglas vuelve a ser cuestionable en la Ocean Globe Race. Si bien el respeto de las reglas ya conocidas en la salida es un requisito esencial en una regata oceánica en la que el navegante solo en el mar debe inspirar confianza, la definición de estas reglas puede cuestionarse. El argumento del control de costes en la negativa a autorizar que las velas dañadas se envíen a cubierta para ser reparadas tiene poca validez cuando se permite al navegante subir a bordo una máquina pesada, que probablemente sea una operación más costosa. En las regatas de los años 80, el número de velas perdidas y rotas era elevado, debido a los materiales utilizados. Si el respeto a la tradición significa limitar los materiales permitidos, entonces los barcos potentes presentes en la regata y tripulados dañarán las velas. Para evitarlo, quizá haya que abrir la elección de materiales a las tecnologías modernas, con un coste final probablemente inferior y un mejor equilibrio en cuanto al uso de los recursos.

A través de este choque de culturas, lo que está de nuevo sobre la mesa es el modelo de regatas oceánicas y la reflexión que ya están llevando a cabo varios actores para encontrar las reglas de regata adecuadas, que combinen entretenimiento, aventura y sostenibilidad.

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