Sobrevivir al Atlántico: una travesía transatlántica de 1.500 millas a bordo de un globo góndola de hidrógeno

En 1958, tras el hundimiento del globo de hidrógeno Small World, su góndola, diseñada para transformarse en velero en caso de amaraje forzoso, se convirtió en un auténtico espacio dedicado a la supervivencia. La tripulación tuvo que hacer gala de un ingenio y una adaptabilidad extraordinarios para recorrer las 1.500 millas que aún les separaban de Barbados.

El 12 de diciembre de 1958, el momento tan esperado se hizo realidad: la tripulación del globo de hidrógeno Small World despegó de la playa del Médano, en la isla de Tenerife. Al timón, el capitán Bushy Eiloart y su hijo Tim actuaban como operadores de radio y meteorólogos. Junto a ellos, el diseñador-navegante Colin Mudie y la fotógrafa Rosemary Mudie se embarcan en una travesía de 3.600 millas del Atlántico, de este a oeste. Un ambicioso proyecto, meticulosamente preparado durante casi 3 años, que acabó en naufragio. En esta segunda parte, analizamos cómo la tripulación tuvo que desplegar el ingenio y la capacidad de adaptación necesarios para navegar las 1.500 millas que aún les separaban de Barbados.

Un aterrizaje de emergencia

Tras 94 horas en el aire, el equipo de Small World se enfrentó a una situación crítica durante su intento de batir el récord de cruzar el Atlántico en globo. El 25 de junio de 1958, aunque el globo había sido meticulosamente preparado, pronto se encontró en dificultades, azotado por violentas ráfagas de viento que obligaron a la tripulación a plantearse un aterrizaje de emergencia. Rosemary Mudie recuerda aquella fatídica noche: " Justo antes de medianoche, oímos a Bushy gritar: "¡Levantaos, niños, que tenemos otra ola de calor! Todos los expertos habían dicho que este tipo de cosas no ocurrían de noche, pero allí estábamos, precipitándonos a 9 metros por segundo, sacudidos de un lado a otro como un columpio en un parque de atracciones. Agarré el altímetro y anuncié la altura. Bushy activó la válvula para liberar el gas. Tim subió por la escalera de cuerda para cortar el cuello del globo; si el gas en expansión no podía salir, el globo podría reventar. Colin recogió todo el lastre que pudo encontrar. ¡Íbamos a necesitarlo todo para amortiguar la caída cuando se produjera! "

Al alcanzar los 4.600 pies, el altímetro se estabilizó, pero la pérdida de combustible indicaba que ya no podían mantener la altitud. Desesperados, los tripulantes tiraron todo lo superfluo. Finalmente, el altímetro se apagó a 275 metros. Rosemary, frustrada por la falta de visibilidad, oye gritar a Bushy: " Estamos fuera de la nube y puedo ver el agua. "Con calma, esperó a que el equipo estuviera unos metros por encima de la superficie de las olas antes de tirar de la cuerda de suelta, lanzando la góndola en picado directamente al océano.

La tripulación consiguió salir sana y salva del amerizaje. Tras esta dura experiencia, Bushy, capitán en el aire, cedió el timón a Colin, que se encontraba más a gusto en el mar. Aún quedaban 1.500 millas hasta Barbados, pero como navegantes avezados, se orientaron rápidamente e iniciaron un viaje incómodo y tranquilizador a la vez, avanzando unas 75 millas diarias.

Adaptación rápida

La cápsula, originalmente diseñada por Colin Mudie para transformarse en un velero en caso de aterrizaje inesperado en el agua, ahora flota como resultado del repentino impacto con el agua. Los días siguientes estuvieron plagados de incertidumbre, ya que cada miembro del equipo tuvo que utilizar todos los medios a su alcance para asegurar su supervivencia. Rosemary Mudie describe su situación: " Teníamos mucha comida y suficiente agua. Nos racionamos a razón de media pinta diaria cada uno, guardando una pequeña reserva por si el viaje se alargaba más de lo previsto. También teníamos una pequeña reserva de sales de nitrito de plata, que se combinan con el agua de mar para producir agua potable. "Pasaron los días, marcados por una rutina diaria centrada en la navegación y el mantenimiento de un rumbo fijo, posible gracias a la instalación de un aparejo básico.

Aunque ven dos barcos y un submarino, ninguno parece haber reparado en ellos. Pasan las Navidades reparando un bar roto, y el 29 de diciembre celebran el cumpleaños de Tim en un clima de sobriedad, ya que la falta de agua reduce su consumo de alimentos a lo estrictamente necesario.

En su diario, Rosemary destaca la confianza que tienen en las habilidades de navegación de Colin.

Rosemary écrit dans son journal de bord
Rosemary escribe en su diario

Dijo que esa noche podría verse una luz, siempre que estuvieran en la posición correcta. A la mañana siguiente, mientras seguían sus indicaciones, el amanecer reveló la verde isla de Barbados, exactamente donde esperaban que estuviera.

Rescate en Barbados

El 5 de enero de 1959, el mar deparó una sorpresa inesperada al pescador barbadense Da Costa Brathwaite y a su hijo Chesterfield.

Navegando cerca de Crane Beach, Brathwaite, capitán del pesquero New Providence, divisa un extraño objeto flotando en la superficie del agua. Al acercarse, se da cuenta de que se trata de la góndola del globo Small World, con su tripulación de 4 personas, desaparecida en el mar desde hacía tres semanas. Brathwaite se ofreció a remolcar la embarcación a través de los peligrosos arrecifes hasta Crane Beach. La noticia del rescate se extendió rápidamente por toda la isla, atrayendo a cientos de barbadenses a la playa para dar la bienvenida a los aventureros. Rosemary Mudie recuerda el momento: " A la hora del té, nuestro Small World había fondeado y estábamos en tierra, recibidos con entusiasmo por los encantadores barbadenses. Disfrutamos de una comida a base de sopa, pescado, fruta fresca y botellas y botellas de bebidas frías. Nuestro viaje por mar y aire, cuatro días de subida y veinte de bajada, había terminado. "

La expedición de 1958, iniciada por Colin y Rosemary Mudie, acompañados por Bushy y Tim Eiloart, será recordada como una aventura que combinó aeronáutica y navegación, valentía e ingenio. La historia completa del destino del Small World, extraída de los cuadernos de bitácora de los tripulantes, se recoge en el libro El vuelo del pequeño mundo, publicado en 1959.

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