Visita fotográfica a la Nao Trinidad, réplica del buque insignia de Fernando de Magallanes

La Nao Trinidad, buque insignia de Fernando de Magallanes, sigue siendo uno de los símbolos más emblemáticos de las grandes exploraciones del siglo XVI. Desaparecido durante la famosa expedición del navegante portugués, este navío ha sido objeto de una réplica lanzada en 2018. La visitamos durante su escala en Port de Bouc, cerca de Marsella.

Una pieza clave de la historia marítima

La  poupe du Nao Trinidad
La popa de la Nao Trinidad

La Nao Trinidad, construida en España a principios del siglo XVI, fue uno de los cinco navíos seleccionados para la ambiciosa expedición dirigida por Fernando de Magallanes en 1519. El objetivo del viaje, organizado bajo los auspicios del rey Carlos I de España, era descubrir una ruta hacia las islas de las Especias por el oeste, abriendo una vía comercial sin precedentes para Europa.

Le plan de pont
El plan puente

Con una capacidad de unas 110 toneladas y una eslora de casi 30 metros, el Trinidad era un carguero robusto. Sus velas cuadradas y su casco de madera lo hacían especialmente apto para alta mar, aunque los retos técnicos de las largas travesías pronto pondrían a prueba sus límites.

La expedición de Magallanes: una aventura extraordinaria

La Trinidad zarpó en 1519 con otras cuatro naves (la San Antonio, la Concepción, la Victoria y la Santiago) y una tripulación de casi 270 hombres. Fue una odisea peligrosa: cruzar el Atlántico, atravesar lo que se convertiría en el estrecho de Magallanes, enfrentarse a los caprichos del Pacífico e intentar regresar por el océano Índico.

La Trinidad desempeñó un papel fundamental en esta expedición histórica, aunque Fernando de Magallanes, que murió en Filipinas en 1521, nunca vio completado su proyecto. Después de cruzar el Pacífico, la Trinidad sufrió daños y tuvo que permanecer en las Molucas para ser reparada, dejando a su nave hermana, la Victoria, completar la primera circunnavegación en 1522.

El trágico final de la Trinidad

El destino del Trinidad refleja los inmensos desafíos de las grandes exploraciones de la época. Dañado e incapaz de proseguir su viaje hacia el oeste, intentó regresar a España tomando una ruta a través del Pacífico. El viaje de vuelta fue un fracaso: atrapada en una tormenta, capturada por los portugueses o atormentada por el hambre y las enfermedades, la tripulación nunca consiguió llevar la Trinidad de vuelta a puerto.

Una réplica que navega

Este sólido bauprés de tres palos tiene 28 metros de eslora y pesa unas 150 toneladas. La Nao Trinidad ha sido reconstruida con gran respeto por la filosofía original del barco, a la vez que se le han añadido los accesorios y elementos de seguridad imprescindibles si se quiere navegar por el mundo hoy en día con tranquilidad.

La bodega de popa se transformó en alojamiento para la tripulación, con una cocina y varias literas. Durante el viaje de Magallanes, la tripulación cocinaba sus comidas sobre fuegos de parafina en cubierta, y no tenía dónde dormir. La bodega estaba ocupada por mercancías y provisiones, y los marineros dormían en la cubierta principal, al aire libre. Sólo el capitán tenía su propio camarote.

Las principales concesiones a la modernidad: se han instalado dos motores de eje para que el yate pueda maniobrar independientemente en puerto, y se ha instalado un molinete hidráulico en el pique de proa. Sustituye al cabrestante manual que tenían que manejar 4 tripulantes.

Todo lo demás se hace a la antigua usanza. Los 250 m2 de velas se maniobran utilizando únicamente poleas, y hay que subir al mástil para desplegar las cinco velas de a bordo.

Bajo el castillo de proa hay una zona cubierta que albergaba cabos de repuesto, velas y herramientas. También está el grillete del remo, que acciona la enorme caña del timón de 2 toneladas.

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