Fondeo en tierra: ¿Línea de fondeo flotante o cincha? ¿Qué solución para fondear en el Mediterráneo?

El amarre en tierra es una maniobra habitual en el Mediterráneo. Entre cuerdas flotantes y correas, cada solución tiene sus límites. Cuáles son las mejores opciones para asegurar tu barco sin complicar la maniobra?

En muchas calas del Mediterráneo, la densidad de embarcaciones hace necesario complementar el fondeo tradicional con amarres en tierra. Esta práctica, habitual en Grecia, Turquía y algunas calas italianas, plantea una pregunta recurrente: ¿hay que utilizar correas o cabos flotantes? Detrás de esta elección aparentemente sencilla se esconden una serie de aspectos técnicos relacionados con el comportamiento de los materiales, las condiciones del viento y las prácticas locales.

Cinta o cuerda flotante: dos usos diferentes

La correa montada en carrete es popular por su tamaño compacto y su rápida instalación. El retractor instalado en el balcón trasero está siempre en posición. La correa es fácil de desenrollar (siempre que se tire en línea con el enrollador) y permite agarrar rápidamente una roca. Pero varios navegantes han señalado sus limitaciones: se hunde, aletea ruidosamente con el viento y es difícil de soltar bajo tensión (nudo de cornamusa difícil de deshacer).

En cambio, un cabo flotante, a menudo de poliéster flexible, es más fácil de manejar. Flota, evita engancharse en la hélice y puede desenrollarse con antelación hacia la costa (se lanza al agua antes de que un nadador lo arrastre hasta la roca). La desventaja es que ocupa mucho espacio de almacenamiento y debe guardarse en un armario, ya que este tipo de cabo de amarre es menos resistente a los rayos UV.

Limitaciones del amarre en tierra en el Mediterráneo

En ciertas zonas, como las calas griegas o los concurridos fondeaderos corsos, maniobrar con un cabo de amarre en tierra no es una elección, sino una obligación. Cuando veinte o treinta embarcaciones comparten un pequeño fondeadero, las dos amarras traseras se vuelven indispensables para estabilizar los barcos. Los vientos giratorios, diurnos y nocturnos, complican aún más las cosas: un barco que se balancea puede cruzar un ancla vecina y provocar enganches. Un cabo de amarre en tierra mantiene el rumbo del barco, pero requiere una tripulación con al menos cierta experiencia para instalarlo.

Materiales, diámetro y protección contra las rozaduras

La elección del cabo de amarre no se limita al tipo, sino también al material y al diámetro. Para un yate de doce metros, algunos marineros recomiendan un cabo flotante de quince milímetros de diámetro. El poliéster flexible es más fácil de manejar que el polipropileno, demasiado rígido y susceptible de rozaduras. También se puede utilizar una anilla de cadena corta para proteger el cabo del contacto con rocas afiladas. Este bucle de cinco metros de cadena colocado alrededor de un peñasco garantiza un anclaje fiable y prolonga la vida útil de los cabos de amarre. Algunos marineros utilizan un bucle de cincha.

Almacenamiento y desenrollado de cabos de amarre

Además del material, es la gestión práctica lo que determina el éxito de la maniobra. Muchos navegantes utilizan cubetas para almacenar 50 metros de cabo, listos para ser desenrollados por un nadador o con una embarcación auxiliar. La flotabilidad del cabo facilita su recuperación en la salida, incluso para una tripulación novata.

Los cabos, en cambio, deben desenrollarse en línea con el carrete, lo que dificulta su uso con una sola mano. Este criterio explica por qué muchas tripulaciones mantienen ambos sistemas a bordo: la rapidez de la correa para el cabotaje, y la seguridad y comodidad del cabo para la sujeción a largo plazo.

Normas y prácticas locales en Grecia y otros países

En algunas zonas, como Grecia, la normativa exige el uso de líneas de amarre flotantes de color amarillo brillante o naranja para garantizar la visibilidad. Con ello se pretende reducir el riesgo de colisión con otras embarcaciones y proteger la fauna submarina (líneas de amarre flotantes). En otros países mediterráneos no hay normas estrictas, pero las buenas prácticas se han convertido en la norma: longitud mínima de 50 metros por línea de amarre, cuerdas flotantes para mayor seguridad y una cadena protectora como complemento. Estos hábitos, forjados por la experiencia de los marineros locales, constituyen ahora la base de las recomendaciones para todos los navegantes visitantes.

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