El nombre de James Wharram resuena en el mundo de la vela como el de un pionero visionario, un hombre que captó la esencia del sueño de la aventura en el mar. Desde que diseñó sus primeros catamaranes en la década de 1950, ha permitido a generaciones de navegantes abrazar el espíritu de independencia y autosuficiencia cruzando los océanos en catamaranes de construcción propia.
Pero si este sueño perdura es, sobre todo, porque los catamaranes Wharram no son sólo barcos: son un medio para realizar hazañas, vivir historias increíbles y rozar lo inalcanzable. Echemos un vistazo a la herencia de Wharram y comprendamos su atractivo atemporal.
Diseño para la aventura
En 1953, James Wharram se sumergió en el estudio de los barcos polinesios, influido por El viaje del Kaimiloa por Éric de Bisschop. Esta investigación desembocó en el diseño de Tangaroa, un catamarán-canoa doble de 23 pies. En 1955, acompañado por Jutta Schultze-Rhonhof y Ruth Merseburger, cruzó el Atlántico en este barco, de Europa a Trinidad. Esta expedición inauguró una nueva era: la de la navegación transatlántica en catamarán.
En un momento en que la comunidad científica occidental dudaba de la capacidad de los polinesios para navegar bajo dirección a largas distancias, Wharram se propuso demostrar lo contrario mediante experimentos. Su convicción se vio reforzada cuando, entre 1957 y 1958, construyó el Rongo, un catamarán de 40 pies con casco en forma de V. Este barco, diseñado con la ayuda de Bernard Moitessier, le permitió completar en 1959 la primera regata transatlántica de oeste a este, de Nueva York a Irlanda, en un multicasco.
A diferencia de los monocascos modernos, que suelen ser sinónimo de lujo y fragilidad, estos catamaranes se centran en la sencillez. Construidos con materiales accesibles, estos barcos pueden repararse en cualquier lugar, lo que hace posible la autosuficiencia incluso en medio del océano. Este pragmatismo atrae inmediatamente a los navegantes en busca de aventuras.
En 1969, Wharram compartió su historia y su visión en su libro Dos chicas, dos catamaranes en el que relata sus primeras travesías y las dificultades que encontró con sus compañeros de viaje. Este libro se está convirtiendo rápidamente en una referencia para los aficionados a los multicascos y los autoconstructores.
En los años setenta, James Wharram se asoció con Hanneke Boon, una codiseñadora que desempeñó un papel clave en el desarrollo de sus creaciones. En 1987, construyeron el Spirit of Gaia, un catamarán de 63 pies que les llevó a dar la vuelta al mundo y al Pacífico. Durante este viaje, profundizaron en su estudio de las canoas indopacíficas.
La esencia de la libertad para todos
Es este aspecto de autosuficiencia el que atrae y sigue seduciendo a los navegantes. Los catamaranes Wharram, lejos de estar repletos de tecnología o electrónica compleja, son sencillos de usar y reparar. Para muchos, ahí reside la magia del proyecto Wharram: poder construir su propio barco y navegar sin depender de las infraestructuras modernas, en un catamarán capaz de enfrentarse a todo, viviendo plenamente su sueño del mar.
Esta filosofía ha inspirado a generaciones de navegantes. Desde los años 60, se han vendido 10.000 juegos de planos y muchos propietarios de Wharram se han embarcado en aventuras transoceánicas, a menudo en solitario o en pareja: una prueba de que estos catamaranes siguen siendo una solución viable para los sueños de navegación. Muchos de ellos mantienen blogs y publican vídeos de sus aventuras, que se agrupan en el sitio web oficial del fabricante de Wharram para inspirar a quienes deseen embarcarse ellos mismos en esta aventura.
Una de estas historias es la de Sarah y James, una pareja inglesa que construyó su propio Tiki 38 basándose en los planos de Wharram. Tras 2 años de preparación, emprendieron la travesía del Atlántico en 2011: '' Buscábamos una experiencia oceánica cruda y auténtica, con justo lo necesario para sobrevivir y apreciar plenamente la vida en el mar dice Sarah. Del mismo modo, Ygal Golan y Leah Head han botado su Tiki 38 'Yo Yo' tras 3,5 años de intenso trabajo en Israel, y han encontrado en su catamarán una auténtica puerta de entrada a encuentros enriquecedores.
Como explicó el propietario de Wharram, Jens Einar Storheim, el aspecto humano es uno de los más bellos de la aventura, y el Wharram te ayuda a conectar: '' Lugareños, pescadores, turistas... de todas las edades... todos se sienten atraídos por el barco. Todos lo ven como un barco tradicional y tienen muchas preguntas. También había muchos viejos marineros y pescadores en el barco que nos daban consejos y sugerencias sobre el tiempo y los puertos locales ''.
La historia de Wharram es también la historia de navegantes que han superado sus límites físicos y personales. Por ejemplo, Sophie y Matthieu, una pareja francesa que, tras años viviendo en el mar en un catamarán Tiki 30, describen la evolución de su relación con el mar y entre ellos. Su viaje alrededor del mundo durante varios años fue una experiencia transformadora. Cuentan cómo cada escala, cada tormenta, cada encuentro les permitió reinventarse, redefinir su relación con la naturaleza y con la vida misma. Este tipo de experiencia, compartida por muchos navegantes a bordo de catamaranes Wharram, es parte integrante del sueño que perdura hasta nuestros días. Sus historias se unen a las de muchos entusiastas que ven en los Wharram no sólo barcos, sino herramientas de emancipación y libertad.
Un diseño ecológico
En un momento en que la preservación de los océanos es una prioridad mundial, los Wharram encarnan un enfoque más sostenible de la navegación. Su construcción en madera, a diferencia de los materiales sintéticos como la fibra de vidrio laminada con resina epoxi o de poliéster que se utilizan habitualmente en muchos yates modernos, reduce considerablemente su huella ecológica.
Las películas que recorren la historia de los Wharram, como la que trata de la construcción del Tehini, nos transportan a una época marcada por la libertad y la aventura, así como por las dificultades y alegrías de la navegación.
Arquitectura inspirada en las canoas polinesias
La arquitectura del Wharram, inspirada en las canoas dobles polinesias, se caracteriza por sus cascos separados unidos por travesaños de cuerda: una configuración de bajo impacto ambiental que ofrece una gran flexibilidad. Esta estructura absorbe mejor las fuerzas de las olas del océano, reduciendo el impacto de las tensiones marinas. El aparejo Wharram Wingsail, diseñado para minimizar las turbulencias y mantener un centro de gravedad bajo, contribuye a esta estabilidad y optimiza la seguridad del yate en el mar.
El diseño eficiente de Wharram también queda patente en la construcción de las cabañas y los interiores. Siguiendo los principios del diseño flexible, estos espacios vitales son a la vez sencillos y funcionales. Se optimiza el uso de los recursos, evitando todo lo superfluo.
Los esbeltos cascos y la popa en forma de V garantizan una baja resistencia aerodinámica y permiten navegar con poco calado, lo que facilita la varada y reduce el consumo de energía necesario para avanzar. Este minimalismo, a la vez funcional y respetuoso con el medio ambiente, lo convierte en la opción ideal para los navegantes que desean redescubrir las alegrías primordiales del viaje y el descubrimiento.