Una laguna a escala humana
Entramos en la laguna de Ahe por el paso de Tiareroa. Desde allí navegamos durante casi una hora hasta el pueblo de Tenukupara.
El atolón no es muy grande y todos los motus que lo rodean se pueden ver desde la distancia gracias a los cocoteros. En la laguna hay grandes campos de boyas que pertenecen a granjas de perlas y se utilizan para cultivar ostras.
Anclamos justo enfrente del pueblo. El fondeadero es muy tranquilo, oímos el sonido del océano llevado por el viento y los peces que se retuercen alrededor del barco.
La dulzura y la alegría de la vida en el pueblo
Por la mañana temprano nos despierta el canto de los gallos de la tierra. Apenas ha salido el sol y los lugareños están pescando alrededor del barco en sus Va'a, las piraguas polinesias. No tienen mucho equipo de pesca, ¡sólo un sedal de nylon con algunas plumas!
A las 7 de la mañana ya nos hemos levantado desde las 2 y estamos listos para aventurarnos en el pueblo. Desembarcamos en el muelle principal.
Sólo hay unas pocas calles que descubrir, pero parece tenerlo todo: una iglesia, una escuela, un campo de deportes, el ayuntamiento, una enfermeríaâ?¦
Compramos algo de fruta y verdura a los lugareños, y luego nos dirigimos a las dos tiendas para el resto de las provisiones. El pueblo es colorido y está lleno de flores, y hay música a todo volumen en todas las casas.
Al norte, se puede ver el lugar donde se instaló Bernard Moitessier. Hoy en día, en el motu, dos casas sobre pilotes se utilizan como casas de huéspedes.
La cálida y amable acogida
Como suele ocurrir en la Polinesia, la población nos recibe con los brazos abiertos. A lo largo de nuestro paseo, los habitantes se acercan a nosotros, nos hacen preguntas, nos orientan y nos aconsejan sobre qué ver en Ahé. Desde la marcha del navegante, el pueblo ha cambiado mucho, sin duda, pero el ambiente es agradable y parece un buen lugar para vivir
A primera hora de la tarde, la goleta encargada de abastecer al pueblo atraca en el muelle. Descarga sus mercancías al ritmo de la música y la plaza es el lugar de encuentro de muchos habitantes. Hasta última hora de la tarde, el pueblo seguirá muy animadoâeuros¦
Es difícil no entender por qué el navegante amaba tanto este atolón Desde el amanecer hasta el atardecer, Ahe nos habrá seducido con su autenticidad.