El cambio climático está alterando los ecosistemas marinos y las zonas costeras. Entre sus consecuencias más visibles, el aumento de la frecuencia e intensidad de las tormentas preocupa especialmente a los navegantes. Huracanes en el Atlántico Norte, tifones en el Pacífico y ciclones tropicales en el Océano Índico: estos fenómenos, que antes se limitaban a ciertas regiones, están ganando fuerza y ahora afectan a zonas que antes no se veían afectadas. ¿Cómo pueden los navegantes prepararse para esta amenaza creciente? ¿Qué innovaciones y adaptaciones nos permitirán navegar con seguridad en un mundo en el que las tormentas son cada vez más frecuentes y devastadoras?
Tormentas más intensas y frecuentes
Ya se llamen huracanes, tifones o ciclones, estas perturbaciones meteorológicas figuran entre los fenómenos más violentos y destructivos del planeta. Desde hace varios años, los datos científicos confirman que el calentamiento de las aguas superficiales de los océanos, alimentado por el cambio climático, proporciona más energía a los sistemas de bajas presiones, haciéndolos más potentes.

Gracias a datos precisos obtenidos por satélite, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) puede confirmar que la proporción de las tormentas más violentas ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. La intensidad media de los ciclones podría aumentar un 5% más a lo largo del siglo XXI, mientras que la proporción de ciclones de categoría 4 y 5 en el número total de ciclones podría aumentar un 14%.

Con el aumento e intensificación del número de tormentas, la seguridad debe ser una prioridad para los navegantes, y esto significa identificar puertos o zonas adecuadas donde refugiarse lo antes posible en caso de alerta.
Una geografía cambiante
El cambio climático también está alterando la geografía de zonas marítimas tradicionalmente consideradas seguras. El Mediterráneo, que solía estar a salvo, se enfrenta ahora a depresiones mediterráneas con rasgos tropicales conocidas como "medicane" (contracción del francés "medicane") huracán mediterráneo e"), como ilustró la tormenta Ianos en 2020. Esta tormenta causó grandes daños en las islas Jónicas, con vientos violentos, precipitaciones récord y olas devastadoras que afectaron a muchos puertos deportivos y dañaron varias embarcaciones.


Para los navegantes que navegan en estas zonas, resulta crucial reevaluar los riesgos a la luz de esta nueva dinámica meteorológica.
2024: una temporada de huracanes extraordinaria
La temporada de huracanes del Atlántico 2024, que terminó oficialmente el 30 de noviembre, estuvo marcada por 18 tormentas con nombre, entre ellas 11 huracanes. Cinco de ellos alcanzaron gran intensidad (categorías 3 a 5), con rachas superiores a 96 nudos, o 178 km/h. Se trata de la novena temporada consecutiva de actividad ciclónica superior a la media, muy por encima de las cifras habituales. El huracán Beryl, en junio de 2024, supuso un punto de inflexión, al convertirse en el primer huracán de categoría 5 registrado tan temprano en la temporada. Con efectos devastadores en todo el Caribe, afectó a más de 11.000 personas en las islas granadinas de Granada y San Vicente, trastornando vidas, medios de subsistencia y todas las infraestructuras.


Aunque la destrucción es inevitable, los esfuerzos por reforzar los sistemas de alerta temprana, sobre todo en el Caribe, han reducido la pérdida de vidas en comparación con catástrofes anteriores. Sin embargo, algunos Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) siguen sufriendo graves consecuencias. En el océano Índico, la temporada de ciclones empezó prematuramente con el ciclón Chido, que azotó Mayotte el 14 de diciembre de 2024. A pesar de las advertencias precisas y oportunas emitidas por Météo-France La Réunion más de 50 horas antes del impacto, este ciclón de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson dejó un saldo humano y medioambiental especialmente grave. Las previsiones estacionales del CMRS para la región, publicadas el 31 de octubre, ya pronosticaban con precisión un inicio anticipado de la temporada ciclónica 2024-2025.


Estos sucesos recuerdan a los navegantes que, incluso en las regiones menos acostumbradas a los ciclones, la preparación es la clave para evitar lo peor, y debemos seguir reforzando los sistemas de alerta temprana multirriesgo en todo el mundo.
La responsabilidad de los puertos y los Estados
Los violentos vientos que acompañan a las tormentas tropicales o extratropicales pueden alcanzar velocidades superiores a los 200 km/h, arrancando cabos de amarre y lanzando las embarcaciones contra los muelles o entre sí. A ello se añaden las marejadas generadas, que pueden superar los 10 metros de altura en mar abierto, y las marejadas, subidas anormales del nivel del mar que inundan los puertos deportivos y sumergen las instalaciones costeras. Estos fenómenos combinados causan daños a menudo catastróficos.

Los navegantes deben prever estos riesgos a la hora de planificar sus rutas o elegir los puertos de invernada. Por ejemplo, en las Antillas, los refugios naturales, como los pozos de huracanes, desempeñan un papel fundamental. Estas calas profundas, como Marigot Bay en Santa Lucía o Le Marin en Martinica, ofrecen zonas protegidas donde los barcos pueden amarrar con seguridad y resguardarse de los vientos más destructivos.


Sin embargo, aunque los edificios de los puertos deportivos, los pantalanes y los amarres cumplen las normas de construcción vigentes e incorporan innovaciones para adaptarse (pantalanes absorbentes, rompeolas desmontables, etc.), la eficacia de estas zonas protegidas no siempre es suficiente frente a los temporales cada vez más intensos.
Pasos a seguir para que su embarcación esté segura en caso de temporal
Protección de amarres y embarcaciones :
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Aleja tu embarcación del pantalán para mantener una distancia suficiente que limite el impacto.
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Fije los cabos de amarre bajo la boya de amarre, directamente a la cadena o al grillete para mayor seguridad.
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Triplique, o más, las cuerdas de amarre y asegure su elasticidad si es posible.

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Coloque un número suficiente de defensas y guardabarros, bien sujetos bajo el casco o utilizando los medios adecuados.
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Compruebe el estado de las cornamusas y los bolardos de amarre; utilice puntos de anclaje sólidos como el mástil, el cabrestante o el molinete para reforzar el amarre.
Preparación de la cubierta y el equipo :
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Retire cualquier equipo de cubierta que pueda aumentar la carga de estiba (velas, botavara, bimini, embarcación auxiliar, balsa salvavidas, etc.).
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Cierre todas las válvulas y retire las mangueras de aire para evitar infiltraciones.
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Si su barco está junto al muelle, ancle lo más lejos posible para limitar el movimiento causado por el oleaje.
Recomendaciones para el agua :
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Ate los cabos de amarre de forma que se reduzca la tensión provocada por la subida del agua, golpeándolos lo más horizontalmente posible. Utiliza las boyas disponibles o los pilotes de los muelles para estabilizar la embarcación.
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Instala una bomba eléctrica automática para evitar que tu embarcación se hunda en caso de lluvia fuerte. Comprueba que funciona y que las baterías están cargadas en caso de corte del suministro eléctrico.
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Los propietarios de pequeñas embarcaciones a motor deben sacarlas del agua si es posible para limitar el riesgo de daños.
Seguros y responsabilidad :
Contrate un seguro contra huracanes para protegerse de los daños causados por las tormentas. La cobertura mínima incluye :
- Daños en la infraestructura del puerto deportivo.
- Reflotar o retirar un pecio.
- Daños causados a terceros.
Navegar por un mundo cambiante
Navegar en un clima marcado por tormentas más violentas supone un cambio en la cultura náutica. Los navegantes no sólo tienen que adaptar sus itinerarios, sino también replantearse las temporadas de navegación para evitar los periodos de mayor riesgo.
La comunidad náutica desempeña un papel central en esta transformación. Las iniciativas de solidaridad, el intercambio de conocimientos y la ayuda mutua en caso de catástrofe contribuyen a reforzar la capacidad de resistencia frente a los retos relacionados con el clima. Los avances tecnológicos y la adaptación de las infraestructuras también ofrecen soluciones para una navegación segura, incluso en condiciones más exigentes.
Así pues, a pesar de estos trastornos climáticos, la pasión por el mar sigue intacta. Con esfuerzos concertados, mejor preparación y mayor solidaridad, la vela aún tiene un brillante futuro por delante.
