Una elección principalmente financiera
Vivir a bordo durante el reacondicionamiento del barco fue una elección dictada en gran parte por nuestras finanzas. De hecho, vivir en el barco nos permitió dejar nuestra casa y así ahorrar el coste del alojamiento en tierra y las facturas de electricidad, agua, gas y seguro que conlleva. Cuando el calendario de trabajo se reparte en varios meses, se consigue un ahorro importante
En segundo lugar, esta solución tenía la ventaja de que no teníamos que ir y volver del puerto, lo que nos hacía perder tiempo.

Una cuestión de planificación
Además de los aspectos financieros, también optamos por hacer coincidir nuestra mudanza con el final del curso escolar. Al comienzo del siguiente año escolar, no matriculamos a los niños en la escuela, sino que empezamos a educarlos en casa.
Además, habíamos subestimado en gran medida la cantidad de trabajo necesario para preparar nuestro barco para dirigirse al norte. Este periodo de cohabitación del trabajo y la vida a bordo sólo debía durar uno o dos meses en lugar de los seis necesarios.

Una convivencia complicada
Algunos trabajos en el barco resultaron muy complicados de conciliar con la vida a bordo. En particular, las operaciones de fontanería que requirieron la apertura de una parte de los pisos y del bloque del motor que se encuentra en el centro del yate. Otras generaban mucho polvo o ruido, lo que resultaba muy molesto para la escuela del barco.
Las herramientas y las materias primas (aislantes, tableros, cables eléctricos, tuberías, bombas) ocupaban la mayor parte del espacio. Además, habíamos traído algunas herramientas muy voluminosas: sierra de mesa, taladro, tronzadora o aspiradora de construcción, por ejemplo, de las que luego nos deshicimos.
Aparte de las literas de todos (y todavía), la mesa del salón (a la hora de comer) y la cocina de gas, no había ni un centímetro cuadrado disponible para los niños. Afortunadamente, el tiempo fue muy bueno durante mucho tiempo, así que pudieron jugar fuera.

Conflicto de intereses
Por un lado, la vida con niños requiere disponibilidad, horarios bastante regulares, comidas equilibradas, actividades variadas y un entorno seguro.
Por otro lado, el trabajo en el barco generaba estrés, largas jornadas de trabajo a veces hasta altas horas de la noche, dificultades para parar a la hora de comer y una gran falta de disponibilidad para los hijos, la pareja, los amigos y la familia.
Se podría decir que la preparación del barco ha acaparado nuestro tiempo, nuestros recursos y nuestra energía en detrimento de todo lo demás. ¿Cuáles fueron las consecuencias para nuestra familia?

Valoración de este periodo para nuestra familia
En concreto, este periodo ha sido una serie de altibajos: algunos momentos de verdadera felicidad por estar juntos, viendo a los niños explorar el puerto, las costas, remar y remar entre los veleros, viendo nuestro proyecto avanzar y el barco transformarse poco a poco.
Hubo otras veces en las que nada funcionó. Las cañerías goteaban, las luces parpadeaban, las literas estaban desordenadas, había equipos rotos, malas ideas, comidas frías, noches sin dormir, la tensión aumentaba y todos discutían.
Sin duda, si hubiéramos sabido desde el principio que las obras iban a durar 6 meses, probablemente no habríamos optado por vivir a bordo durante ese periodo. Si tuviéramos que volver a hacerlo, consideraríamos el reacondicionamiento como un proyecto en sí mismo y no como el comienzo de nuestro largo viaje. Lo ideal sería tener un gran cobertizo cerca de nuestra casa para albergar el barco y hacer todo el trabajo

Ese periodo ha terminado por fin Hemos sobrevivido. Seguro que somos un poco más fuertes gracias a esta experiencia y estamos mejor preparados para afrontar juntos otros retos.